LXXXIV- Secuelas.

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No recordaba en qué momento es que quedó inconsciente, solo había escuchado los llamados de su hermano y luego un silencio sepulcral la había abrazado, prohibiendole saber que es lo que sucedía.

Despierta.

Una cálida voz le dio aquella orden y con dificultad poco a poco fue abriendo los ojos, viendo primero a su hermano Kiyo y a sus padres, aliviados de verla despertar de la inconsciencia. A un lado de ellos también estaba el doctor a cargo de ella, al parecer estaba esperando a que despertara de su sueño.
Sin saber que es lo que sucedía, veía a los presentes hablar pero no los escuchaba, ¿realmente estaba despierta? ¿Realmente estaba allí siquiera?.

El sonido poco a poco se fue haciendo presente y pronto pudo escuchar las palabras de alivio que su madre y padre decían mientras que su hermano le acariciaba con suavidad su mejilla, tenía una mirada preocupada y algo inquieta, ¿algo iba a pasar?. Sin decir nada posó su mirada sobre el personal de blanco, este sacando una linterna para poder revisar su estado, chequeando sus ojos.

-Señorita Takamine, ¿me escucha? -chasquea los dedos en ambos lado de la cabeza de ella, en la zona de los oidos- 

Frunciendo el ceño, cerró los ojos soltando un gruñido de enojo, su cabeza le dolía y este sujeto viene con sus chasquidos de jazz para molestarla.
Al ver su reacción, tomó una ¿tabla?, donde escribiendo unas cosas, se quita los lentes para poder mirarla con algo de preocupación, pues estaba a punto de preguntarle algo realmente difícil para alguien de su edad.

-Señorita Takamine, hay algo del que debo hablarle y necesito saber su decisión.

-¿Que...quiere?. -su voz sonaba algo cansada-

-Bueno... su cuerpo se encuentra en buen estado excepto por un sector. -con cuidado toma el brazo derecho de la chica y le mueve los dedos- ¿los siente? ¿Siente algo en su brazo?.

La chica negó lentamente y bajó la mirada, viendo su brazo vendado, no lo sentía, no podía moverlo. Frunció levemente el ceño y una lágrima salió de su ojo izquierdo, hacia todo el esfuerzo posible pero nada pasaba. Miró a sus padres y luego a su hermano, los tres esperaban a que ella pudiera lograrlo pero esas esperanzas se veían muy lejanas.

-Señorita... usted...¿qué quiere hacer? Este deterioro podría afectar su cuerpo si no se lo extraemos. -le mira con seriedad aquel doctor- Será difícil, podemos darle un tiem-

-No estoy para pensar. -dice con seriedad- Algo debo perder.

Con solo darle una mirada llena de seriedad y decisión, aquel especialista asintió levemente para después observar a los padres de la mamodo, informando que necesitarían su aprobación para iniciar el proceso de amputación.
En un principio Hana no estaba de acuerdo pero al escuchar a su hija que aquello era lo mejor, temblando firmó la autorización al igual que su esposo.

A los quince minutos después de que la orden fuese dada, enfermeras ingresaron a la habitación para poder trasladar a la chica a la sala donde se realizaría el procedimiento.
Kiyo no estaba del todo seguro, quería detener a su hermana pero al verla decidida, lo único que pudo hacer fue acercarse a la camilla antes de que entrara al quirófano.

-Eva...podemos buscar una solución para esto. No puede estar muerto... -le toma con cuidado el brazo derecho-

-Kiyo, no pienso estar con un brazo muerto, ¿de qué me servirá? -le mira y sonrie suavemente- Nos vemos en unas horas.

Él se acercó y con cuidado apoyó su frente con la de ella, le susurró unas palabras y se alejó para así dejar que las enfermeras y ayudantes se lleven a la peliblanca. Aquellas puertas se cerraron y su vista se vio obstruida, ¿cuánto tardaría en volver a ver a su hermana?.

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