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Las vacaciones de verano habían sido tan hermosas, aunque, a pesar de que son de verano, las veces que vi la luz del sol fueron contadas con mi mano

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Las vacaciones de verano habían sido tan hermosas, aunque, a pesar de que son de verano, las veces que vi la luz del sol fueron contadas con mi mano. El pequeño pueblo en donde vivo es bastante frío, aunque no me quejo, ya que prefiero usar un pantalón de abuela, a usar short y tener que sentirme sofocada.

Con mis amigos nos pasamos la mayoría de los días en el bosque, hacíamos nuestros propios campamentos, contábamos historias y nos reíamos. Los días en que el sol nos acompañó, fuimos a una laguna que hay en el bosque y nos encontramos con varios de nuestros compañeros, además de idiotas del grupo A, con quienes tenemos una rivalidad solo por ser el grupo contrario. Mientras que los días que hubo lluvia, nos juntábamos en la casa de Javier, quién vive más al centro del pueblo, y veíamos películas durante toda la tarde.

—Adiós, mamá —me despido.

—¡Ten un lindo primer día, Abigaíl!

Muchos están emocionados porque es su último año, pero yo me siento asustada, ya que no sé qué hacer exactamente. Tengo miedo de dejar el pueblo para ir a la universidad, porque aún me siento como una niña pequeña.

Tomo mi bicicleta y me voy en dirección a la casa de Javier, quien vive más cerca de mí casa. Al llegar afuera toco la campanita de mi bici y luego doy un gritito, para informar a mi amigo que ya estoy afuera.

—¡Hola! —saluda de manera alegre cuando me ve. Sinceramente el verano le hizo bastante bien, ya que sacó un poco de cuerpo, incluso se ve mejor que Lucas, y Lucas es el codiciado de nuestro salón.

—Hola —le sonrío —¿No te dio tiempo a peinarte? —me burlo al ver su cabello como loco.

—Que molesta eres —pasa la mano por su desordenado cabello oscuro —mejor vamos antes de atrasarnos.

Acomodo bien mi mochila y comienzo a pedalear. Terminaré con unas piernas bastante ejercitadas luego de montar mi bicicleta todo el año. Resulta que el colegio es la construcción más grande del pueblo, por lo que no está en el pueblo en sí, sino que está en una colina a unos 5 kilómetros de la poca civilización que hay en el lugar. A pesar de que somos pocas personas, tenemos un enorme colegio, lo que nos da la libertad de tener nuestro propio espacio, ya que puedes estar dentro del mismo salón que tus amigos y, aun así, sentirse sola de vez en cuando. Lo que sí, tenemos que respetar el espacio de los más pequeños e intentar cruzar a ese lado lo menos posible.

—Necesito un auto —dice Javier cuando ha bajado de su bicicleta.

—¡Claro! —saco la cadena de mi mochila, para dejar mi bicicleta segura –olvidaba que conseguir un auto aquí era bastante fácil.

—Hoy amaneciste como una odiosa —me muestra la lengua —mi padre pretende salir del pueblo en 2 semanas, por lo que podría intentar que me lleve.

—¿Estás dispuesto a usar tus ahorros en un auto?

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora