XXI

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—¿Cómo lo sabes? —pregunto intentando disimular el impacto que me provoca

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—¿Cómo lo sabes? —pregunto intentando disimular el impacto que me provoca.

—Soy consciente de que en el mundo pasan cosas extrañas —responde —Y también he notado tu forma de actuar.

—¿Mi forma de actuar? —digo un poco confundida ¿Acaso soy muy obvia?

—Desvías la mirada —responde —Como si hubiera alguien aparte de nosotros. Además, cuando hicimos el trabajo de religión, le hablaste a alguien y estábamos solos.

—Yo... —intento decir —Yo... No lo sé —suelto un suspiro. —No sabría explicar qué pasa.

—Tengo bastante tiempo —se sienta a mi lado. 

—¿De verdad quieres escucharme hablar de las extrañas cosas que veo? —asiente. —Me da un poco de vergüenza —admito.

—Te recuerdo que de vez en cuando también tengo presentimientos que ni siquiera sé cómo explicar —me toma la mano —Aparte anoche también sentimos algo juntos.

—Tienes razón —murmuro —Sólo no te burles ¿Vale?

—No me burlaré —me asegura. 

—Veo a una mujer —le cuento —Una mujer desnuda y llena de sangre, pero ahora la veo acompañada de un hombre que está en la misma condición. 

—¿Hace cuánto?

—Hace unos días atrás —confieso —Aunque con ellos hace poco, esto en realidad comenzó antes. 

—¿Antes? —arquea una ceja esperando más información.

—Hace unos tres años —suelto un enorme suspiro —Comencé a tener pesadillas en las que sentía gritos de desconocidos, pero no fue hasta que iniciaron las clases que comencé a sentirme más extraña.

—¿Qué tan extraña? 

—Comencé a ver indicios de las muertes que han ocurrido en el pueblo —digo sintiendo un peso menos sobre mí —Y cada vez siento la muerte más cercana a mí. Intento detener lo que veo, pero a veces se me escapa de las manos —él se queda en silencio, como si intentara procesar lo que le acabo de decir. —De seguro crees que estoy loca —murmuro avergonzada y aparto mi mano de él.

—No —niega con la cabeza —Solo estoy intentando ordenar las ideas en mi cabeza. 

—¿No crees que estoy loca? —niega con la cabeza.

—¿Qué clase de indicios ves?

—¿Es necesario que lo diga? —pregunto aun sintiéndome un poco avergonzada. 

—Quiero saber todo —dice en tono firme y por alguna extraña razón su voz me hace ceder. 

—Sueños, gritos, los veo seguirme —murmuro —El día que hicimos el trabajo de religión, vi a Enoc a tu lado, por eso corrí a la laguna cuando su madre me dijo que estaba ahí con Benjamín. —Digo con intenciones de que entienda con mayor claridad de lo que hablo.

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora