XIX

498 60 2
                                        

Empujo la puerta de la capilla, camino por el pasillo para llegar a la primera banca y sentarme al lado de Azrael

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Empujo la puerta de la capilla, camino por el pasillo para llegar a la primera banca y sentarme al lado de Azrael. Está claro que él ya notó mi presencia, pero como soy la única persona que suele estar aquí aparte de él, dudo que se esfuerce en girarse a comprobar si soy yo o no.

—Pensé que vendrías en el primer receso —dice cuando me siento a su lado.

—Se nos hizo largo el desayuno —respondo.

Me dediqué a estar en el comedor durante todo el desayuno conversando con mis amigos, así que ignoré la petición de él y la de Samael. Sin embargo, a Samael le dije que habláramos en el receso del almuerzo, para estar más tranquilos.

Azrael tiene claro que entre Samael y yo pasó algo, y posiblemente note que sigue pasando algo. Por otro lado, Samael no está enterado de lo de Azrael, así que prefiero intentar llevar las cosas con él con más calma.

—¿Tú no desayunas? —le pregunto al notar que no habla.

—No —niega con la cabeza —Últimamente he perdido el apetito.

—¿Qué querías hablar?

—Pedirte disculpas por no llegar anoche —mira a la figura de Jesús crucificado, como cada vez que estamos aquí —Mi madre descubrió que no estaba en mi cama y tuve que irme.

—¿No... no lle... llegaste? —tartamudeo —Pero... pero... yo... —trago saliva un poco consumida por pánico.

—¿Tú qué? —me mira confundido.

—Yo te escuché —respondo —Yo te escuché antes de quedarme dormida —Él niega con la cabeza —Estoy segura que te escuché.

—Quizás fue tu subconsciente —frunce un poco el ceño. —Tú me estabas esperando, pero también estabas cansada.

—Juro que te escuché —murmuro más para mí misma.

—Yo, lo siento —dice una vez más.

—Vale —respondo aun un poco desorientada por la información recibida —¿Sólo eso me querías decir? —asiente —¿No quieres hablar sobre lo otro...? —niega con la cabeza.

—Las paredes tienen oídos —aparta la mirada de mí —prefiero no hablarlo.

—¿Estás arrepentido de lo que hiciste? —me atrevo a preguntar.

—Abigaíl, prefiero no hablarlo —repite.

—Solo respóndeme eso —insisto —Y no hablaré más del asunto.

—No, Abigaíl —dice sin mirarme —No estoy arrepentido, es solo que prefiero dejarlo en el instante en que lo vivimos.

—Está bien —digo intentando disimular que mi cuerpo se estremeció ante esa confirmación.

A pesar de que él ya no me mira, yo me quedo contemplándolo fijamente, y mirando de forma detallada su rostro e intentando descifrar que pasa por su mente en ese instante. Muerde su labio inferior, como si se estuviera obligando a dejar algún comentario reprimido en su interior.

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora