Una extraña atracción era la que nos unía como amantes, ya no era sólo algo físico, sino que había una rara fuerza sobrenatural que me hacía ser un imán para ellos, un imán de lo bueno y lo malo, aunque también esa misma fuerza me hizo volverme el i...
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La semana pasada se me pasó volando, pasar más de un receso junto a Samael a escondidas en la biblioteca hizo que todo pasara rápido, al igual que las clases, esperando para estar un rato más con él. Se ofreció para venir a visitarme el fin de semana, pero tuve que decirle que no, porque el sábado quedé de pasar el día con Lu, mientras que el domingo mi mamá me dijo que la acompañara al pueblo vecino a dejar unos papeles como mandado del alcalde, su jefe.
Salgo en busca de mi bicicleta para ir camino a la casa de Javier y subir al colegio en nuestras bicicletas, como es de costumbre. Sin embargo, unos fuertes bocinazos provocan que deje caer mi bici, por lo que me giro indignada para ver a la persona causante del hecho anterior.
—¡Vamos al cole, Abby! —grita Javier desde el interior de un auto.
—¿Qué haces ahí?
—¡Te presento a mi nuevo bebé! —dice desde la ventanilla —Ahora deja tu bici y sube.
Dejo mi bicicleta en el mismo lugar que la deje caer y corro en dirección al auto de Javier, para subirme al asiento del copiloto. Hoy el cielo está cargado de nubes oscuras, por lo que se avecina lluvia, así que me siento bastante feliz de que Javi me lleve. A pesar de que llevo un impermeable en mi mochila, no me sirve de mucho, ya que aun así llego empapada a casa los días de lluvia, pero gracias a Dios tengo muy buenas defensas, por lo que muy pocas veces me he resfriado por el clima frío.
—Así que era verdad que comprarías un auto —asiente con una sonrisa.
—Aunque tiene un pequeño detalle —apunta a la puerta junto a mí. Suelto una carcajada al ver que falta la manilla —Así que tendrás que esperar a que te abra la puerta llegando al colegio, doncella.
Cuando pasamos por casa de Lucrecia, está igual que yo, tomando su bicicleta para pasar por casa de Lucas y subir al colegio. Al vernos chilla emocionada, deja caer su bicicleta y corre hasta el auto, para subirse. Se interpone entre nosotros y nos da un beso en la mejilla para luego sentarse en el asiento trasero.
Al llegar a casa de Lucas, la casa más grande entre los 4, su bicicleta aún está tirada en el piso, lo que nos indica que él aún sigue en su casa, de seguro tomando desayuno, ya que come algo antes de salir de casa, pero también come con nosotros en el colegio.
Javier toca la bocina por quinta vez y al fin se abre la puerta de la casa de Lucas, aunque no es Lucas, es su padre, quien nos mira confundido al ver que estamos en un auto.
—Hola chicos —nos saluda —Supongo que vienen por Lucas —asentimos —Creo que se quedó dormido —niega con la cabeza, ya que es algo común en Lucas —pueden pasar si gustan. Ahora me retiro, porque llego tarde al trabajo.
—Yo voy —dice Javier.
Se baja del auto y camina a paso rápido al interior de la casa de Lucas, ya que su padre dejó la puerta junta. Pasan alrededor de dos minutos y sale Javier, seguido de un Lucas con cara de sueño y a medio vestir. Lleva el pantalón casi a punto de caer de su trasero, la camisa desabotonada, la corbata mal puesta y su chaqueta colgando de una mano. Javier le extiende la mochila Lucas a Lu, mientras mi mejor amigo se viste en silencio.