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Me voy directo a la capilla del colegio y no porque quiera estar con Azrael, sino porque estos días es en el único lugar que me he sentido segura

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Me voy directo a la capilla del colegio y no porque quiera estar con Azrael, sino porque estos días es en el único lugar que me he sentido segura. Siento que el pánico me rodea, siento vibras extrañas a mi alrededor y eso me desespera.

Me siento en la primera banca intentando ignorar al gato que me ha seguido a todos lados estos días. Tengo claro que ese gato no está exactamente aquí, ya que me sigue a todos lados y nadie se percata de su presencia, lo cual es un poco frustrante porque no logro comprender qué es lo que me intenta decir el animal.

—¿Cómo te sientes? —pregunta Azrael masajeando mis hombros.

—Bien —miento dejando mi mirada clavada en el gato.

—No lo estás.

—¿Cómo te sientes tú? —volteo los ojos —Yo si tengo que creerte cuando dices que estás bien.

—Tú estás diferente —abandona mis hombros para ponerse frente a mí —Has perdido el brillo de tu sonrisa.

—Tú estarías igual en mi situación —murmuro centrando mis ojos en los suyos.

—Cuando me lo expliques podré entenderte.

—Te repito por milésima vez que no quiero hablar de eso —aparto la mirada. —No me siento bien hablando de eso. Además, no quiero que pienses que estoy loca.

—¿Acaso no es lo que ya creo? —me pregunta con una sonrisa tierna, mientras se sienta a mi lado.

—Eres un idiota —murmuro, pero se me termina escapando una risita.

—Entonces... —lo miro —¿Qué pasa?

—Los presentimientos extraños —me encojo de hombros y aparto la mirada por un segundo para centrarla en el gato. —Está vez es más extraño.

—¿Por qué es más extraño?

—Hay algo que me ha perseguido estos días —centro una vez más mi mirada en el gato —Pero no sabría qué decir, no logro descifrarlo.

—¿No has pensado en concentrarte en ese pequeño detalle? —dice con cierta dulzura en su voz —Creo que sabes cómo centrar tu atención en algo.

Tomando su consejo me pongo de pie y centro mi mirada en el gato que está recostado lamiendo su cuerpo. Me pongo frente a él y el gato nota mi presencia, por lo que comienza a alejarse por la alfombra roja que hay en la capilla. 

—¡Hey! —le hablo al pequeño animal y para mi sorpresa se detiene. —Ven acá, pequeñín.

El gato comienza a acercarse lentamente a mí, pero cuando estamos a un metro de distancia corre en dirección contraria, lo que me hace perderlo de vista en un parpadear de ojos. Un extraño escalofrío me recorre por la espalda y siento como si alguien estuviera respirando cerca mío.

Flaño. Escucho una voz susurrante en mi oído, lo que me hace girar de golpe, pero no hay nadie a mi alrededor, solo está Azrael a unos metros de mí. 

Flaño. Una vez el susurro, pero esta vez con cierto toque de familiaridad en su voz.

Flaño. Una tercera vez.

—Es el nombre más estúpido que he escuchado, Lucas —digo casi en un hilo de voz —Es Lucas —digo dejándome caer de rodillas al suelo —Es Lucas —repito una vez más.

—Abigail ¿Qué pasa? —dice Azrael llegando a mi lado. 

—No puede ser él —digo con mis ojos inundados por las lágrimas —No puede ser Lucas —digo en medio de un sollozo. 

Aprieto fuertemente mis puños al sentir un enorme golpe en mi pecho, como si el mundo intentara dañarme. A pesar de que no es algo claro, siento que soy culpable de todo lo que ha pasado este último tiempo. Siento que soy culpable de las vidas que se han perdido. Siento que soy culpable del daño que se ha generado en las personas de este pueblo y ahora siento que seré la mayor responsable si algo le pasa a mi mejor amigo.

—Abby, cálmate —escucho la suave voz de Azrael, pero su delicadeza no tiene efecto sobre mí en este momento, porque mis sollozos se comienzan a hacer cada vez más audibles dentro del lugar. Dentro del que parece ser nuestro lugar.

 Dentro del que parece ser nuestro lugar

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El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora