XXIV

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Me lanzo al sofá y suelto un suspiro frustrado porque estoy malditamente enojado de que el imbécil de Azrael me esté tomando ventaja en esta carrera

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Me lanzo al sofá y suelto un suspiro frustrado porque estoy malditamente enojado de que el imbécil de Azrael me esté tomando ventaja en esta carrera. De seguro le fue a Abigaíl con el cuento de que me vio besándome con Magdalena y por eso ella me ha ignorado durante toda la semana, lo que es un poco cínico de su parte. Parecía ser una mosquita muerta hasta que la vi dejándose manosear por el maldito ángel de la muerte, quien al parecer también sabe ocultarse de su Dios.

—¿Dónde está papá? —le pregunto a mi madre que va pasando frente a mí.

—Sabes perfectamente que no me dice nada cuando tiene que seguir las órdenes de Lucifer.

Mi padre es el chico de los mandados de Lucifer como castigo por meterse con un mortal y dejarla embarazada, aunque él parece no molestarse por servir a su amo, sin embargo, lo cabrea cuando es en horarios inoportunos. Mi madre sabe a la perfección que papá no es como ella y lo supo cuando su embarazo se comenzó a complicar, teniendo como única solución entregar su alma al diablo para no morir ni ella ni yo el día del parto.

—¿Ni siquiera te dio una pista? —le pregunto.

—¿Acaso no es obvio? —arquea una ceja —Aunque no lo diga, tú y yo sabemos en qué anda.

—Tienes razón —murmuro.

—Iré a preparar algo para comer —dicho eso desaparece en la cocina.

Al parecer mi padre va a cobrar una de las deudas que le deben a Lucifer. Mi madre es de las pocas personas que puede vivir con suma normalidad luego de vender su alma al diablo, ya que se involucró con un demonio y solo por eso no le dieron un tiempo corto. Por otro lado, si papá va a matar a alguien, significa que Abigaíl estará intentando buscar a esa persona o personas para salvarlas, pero no tengo idea de en qué parte del bosque se mete mi padre.

Encontrarla no será fácil, por lo que sería mejor quedarme esperando e intentar planear algo con lo cual poder acercarme a ella nuevamente y apartar a Azrael del camino, porque necesito conseguir ese maldito collar antes que él. Ni siquiera puedo partirle la cara, porque es un inmortal que se recuperará con facilidad, mientras que yo soy un mestizo con debilidades humanas. Aunque, entre más se acerca la fecha límite para él, más débil se vuelve.

—¡Al fin llegas! —digo al ver a papá.

—¿De cuando estás tan ansioso de verme? —arquea una ceja.

—¿A quién mataste? —pregunto de forma directa.

—Que mal que insinúes esas cosas de tu padre —se toca el pecho haciéndose el ofendido, pero termina soltando una carcajada. —Lo preguntas como si te importara.

—Me da lo mismo que pase con estos mortales —volteo los ojos —pero tengo un poco de curiosidad.

—Fueron dos —sonríe y se sienta en el sofá individual —fue muy satisfactorio matar a dos personas a la vez.

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora