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Empujo la enorme puerta de la capilla y entro mirando que nadie esté a mi alrededor

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Empujo la enorme puerta de la capilla y entro mirando que nadie esté a mi alrededor. Azrael está de rodillas frente al altar, mirando a Jesús crucificado, pero al sentir el golpe de la puerta al cerrarse, se gira a mirarme con un rostro no muy agradable, que se relaja un poco al notar que soy yo, su compañera de clase.

—Lo siento —digo de manera baja, pero debido a la estructura de la capilla mi voz se escucha fuerte y con eco, por lo que el chico a metros de mí escuchó lo que dije —No quería interrumpir.

—Ya lo has hecho —se encoge de hombros. 

Se hace a un lado, dejando un espacio libre en el reclinatorio. Me hace una seña indicándome que me acerque, por lo que camino de manera lenta, como lo hace una novia el día de su matrimonio.

—¿Crees en él? —mira a la figura frente a nosotros, al momento que me he arrodillado junto a él.

—¿Tú lo haces? —asiente.

—Bastante. 

—Me crie bajo las enseñanzas de Jeremías —digo mirando a Jesús —Tengo inculcados bastantes valores cristianos. 

—Siempre es bueno creer en algo —se gira a mirarme.

—¿Sueles venir aquí? —asiente —Si no lo hubiera visto con mis propios ojos, no lo habría imaginado.

—¿Por?

—No lo sé —me encojo de hombros —no te veía como un chico ¿sumiso? —digo sin saber si la palabra que use es la correcta —Al parecer es verdad eso de que las apariencias engañan —sonríe de medio lado. 

—Al parecer. 

De fondo se escucha el toque de la campana, aunque no tan fuerte como la suelo escuchar todos los días. Me pongo de pie y espero que Azrael haga lo mismo, sin embargo, no lo hace.

—Tenemos que volver a clases —le digo.

—Me quedaré aquí —dice sin despegar la mirada de Jesús —Aparte, entre estar aquí y escuchar a Jeremías, no hay mucha diferencia.

—Vale.

Me doy la media vuelta, para caminar a la puerta, aunque en mitad de camino miro por sobre mi hombro a Azrael. Aún se mantiene de rodillas, aunque su cabeza está un poco más inclinada, ya no mira la figura ante él. El espacio en el reclinatorio sigue libre, lo que me hace dudar entre ir a mi clase, o aceptar la invitación a un momento íntimo bajo la mirada de Jesús.

—Pensé que irías a clases —dice al ver que he vuelto a su lado.

—Entre estar aquí y estar con Jeremías, no hay mucha diferencia —le sonrío.

—¿Te molesta si nos quedamos en silencio por un momento? —niego con la cabeza.

Su mirada se centra nuevamente en ver el rostro de la figura ante nosotros. Pareciera que le intenta decir algo con la mirada. Entrelaza sus manos y apoya su frente sobre ellas, mientras que cierra sus ojos de manera lenta. Puede ser quizás, un pensamiento muy chismoso de mi parte, pero me gustaría saber qué pasa por la mente de Azrael en estos momentos.

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora