XXVII

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Abigail parece un ovillo de lana en mi cama, mientras pequeños sollozos inundan mi habitación

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Abigail parece un ovillo de lana en mi cama, mientras pequeños sollozos inundan mi habitación. Estar cerca de ella me hace cada vez peor, porque mi tiempo se agota y el collar comienza a apoderarse de ella, pero ¿Qué puedo hacer? El mundo celestial y el mundo mortal no se pueden mezclar, por lo cual no puedo decirle que me ceda el collar, además la regla es que ella tiene que cederlo de corazón o dejarlo a mi alcance, pero parece que no quiere quitárselo por nada del mundo.

—¿Estás mejor? —le pregunto, a lo que en respuesta entierra su rostro en la almohada. —Bajaré por un vaso de agua ¿Quieres algo? —con su rostro aún enterrada en la almohada niega.

Suelto un suspiro y me levanto de la silla de mi escritorio para bajar a la cocina. Al terminar la escalera siento un silencio sepulcral, por lo que me asomo a la sala y encuentro a quien tiene el rol de madre en mi vida con los mortales, con su tejido a medias y los ojos cerrados. Ana, más conocida como mi madre, rara vez duerme la siesta y cuando lo hace significa que tenemos visitas inesperadas.

—Ya sal, Gabriel —digo en voz alta.

—Hola, Azrael —dice apareciendo frente a mí.

—¿Qué te trae por aquí? —pregunto de manera directa.

—Sabes que soy el mensajero de Dios —me recuerda por milésima vez —Vengo a dejar un mensaje.

—Habla.

—Lo mismo de siempre —se encoge de hombros —Que solo te quedan estos días para recuperar tu collar.

—Lo sé —murmuro.

—No quiero que un inocente muera por tu irresponsabilidad —un escalofrío me recorre el cuerpo al imaginar a Abigail muerta.

Si no logro conseguir el collar antes de la celebración del nacimiento de Jesús, Dios puede arrebatar el alma de Abigail para conseguir mi collar, siempre y cuando Samael no lo consiga primero.

—Lo conseguiré —le aseguro, aunque ni siquiera me siento capaz de lograr mi objetivo.

—Nos vemos en unos días, Azrael.

—Adiós, Gabriel —me despido.

Dicho eso desaparece y mi madre despierta de su profundo sueño.

—Te has quedado dormida —le informo —Deberías ir a recostarte.

—Nada de eso —niega con la cabeza —Necesito terminar mi tejido.

—Está bien —me acerco a ella y dejo un beso en su frente para luego ir a la cocina por mi vaso de agua.

Debo admitir que le he tomado cariño a Ana y que la voy a extrañar luego de que mi tiempo acabe. Yo puedo seguir visitándola, pero luego de mi error no creo que me permitan volver a bajar a la tierra y arriesgarse a que pierda mi collar una vez más. Por otro lado, puede que me condenen de por vida y deje de ser el ángel de la muerte o en el último caso, terminar en el infierno.

Esto se me está saliendo completamente de las manos y nada está siendo como yo lo creía. No pensé que iba a involucrar sentimientos y atracción con Abigail, lo que me hace ser débil, porque me preocupo más por su bienestar que por el del mundo. Dicen que el chico bueno siempre antepone el bien de la mayoría, antes que el bien de sus cercanos, pero estoy comenzado a dejar esos ideales de lado, lo que me hace sentir fatal.

Dejo el vaso vacío de lado y subo para encontrarme a Abigail con sus ojos cerrados y la respiración más tranquila. Así como las cosas se vuelven complicadas para mí, también se volverán complicadas para ella. Cada vez la muerte está más cerca de ella y eso solo provocará que esta quiero comenzar a consumir poco a poco lo que Abigail tiene a su alrededor, ya que ella aún no logra entender que, si salva la vida de una persona, la muerte se llevará a alguien más cercano a ella. Abigail tiene que dejar que las cosas sigan su transcurso.

Salgo de la casa y tomo mi bicicleta para ir directo a la oficina del alcalde en busca de Débora. Al parecer esa mujer me ama.

—Arzael —me sonríe —¿Qué te trae por aquí?

—Hola, Débora —le devuelvo la sonrisa —Solo quería avisarte que Abigail está en mi casa —le explico —se sentía un poco mareada, así que se quedó dormida. Tenía entendido que los viernes sales un poco más temprano del trabajo y no quería que te preocuparas.

—Gracias, cariño —me sonríe —Puede quedarse contigo el resto de la tarde si así gustan, pero luego acompáñala a casa —asiento.

—No te hago perder más tu tiempo. Supongo que nos vemos más tarde.

—Adiós, Azrael.

Y a esto me refiero al decir que me he involucrado un poco más de la cuenta con Abigail. Como hijos de Dios tenemos el deber de proteger a los mortales, pero ella roba toda mi atención y no me molesta que eso pase.

 Como hijos de Dios tenemos el deber de proteger a los mortales, pero ella roba toda mi atención y no me molesta que eso pase

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El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora