XXXVI

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—Al parecer tomaste una sabia decisión —escucho la voz de Samael detrás de mí

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—Al parecer tomaste una sabia decisión —escucho la voz de Samael detrás de mí.

—Hola —murmuro.

—Deja las formalidades de lado. —dice en un tono un poco grosero —¿Trajiste lo que te pedí? —asiento. 

—Primero quiero que me digas lo que quiero saber. No confío en ti.

—¿Y por qué yo debería confiar en ti? —suelta una risa sarcástica.

—Al parecer yo no oculto tantas cosas como tú —me cruzo de brazos.

—Olvidaba que eras un alma pura que no quiebra un huevo —camina alrededor de mí —No te pongas la careta conmigo, Abigail. Ambos sabemos que ocultas cosas.

—Claro que no.

—¿Es en serio? —se para frente a mí y arquea una ceja —No estoy para tus jueguitos ¿Acaso no me ocultabas que mientras estábamos conmigo estabas con Azrael?

No somos tan ingenuos. Recuerdo las palabras de Azrael.

—Yo...

—Punto para mí —se ríe.

—¿Cómo lo sabes? —pregunto avergonzada a pesar de ya haber estado enterada de la situación.

—No soy ciego, Abby —da un paso a mí y apoya su dedo sobre mí cuello para bajarlo entre mis pechos —El idiota si supo cómo ver más de ti.

—No estoy aquí para hablar lo que hice con él o contigo —aparto su mano de golpe.

—Aburrida —murmura en tono burlón. —Necesito tu collar —dice sin rodeos —y esa es la única razón por la cual con Azrael nos acercamos a ti.

—¿Qué...? —pregunto un poco desorientada.

—Vamos, Abby —voltea los ojos —No es tan difícil de entender. Te intenté deducir para conseguir tu collar.

—¿Todo este tiempo fue un juego por parte de ustedes dos? —se encoge de hombros —Son unos...

—¿Unos qué? —me interrumpe —Tú también jugabas con los dos, no te hagas la víctima ahora.

Abby, ayúdame.

Una vez más el susurro de la voz de Lucrecia se hace presente, pero no soy capaz de ir por ella, algo me detiene y ese algo es Samael con las respuestas que necesito.

—¿Qué tiene el collar? —me atrevo a preguntar.

—¿Aún no te das cuenta que todo lo que ha pasado es por culpa de ese collar? —arquea una ceja.

—No puede ser —murmuro para mí misma.

—Posiblemente creas que soy un hijo de puta como mi padre —siento un golpe en el pecho al escuchar —porque si, Abby, en cuanto lo viste supe que lo habías visto matar y puede que estés en lo cierto al pensar que soy un poco como él...

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora