Azrael se despide de mi madre y luego me dedica una sonrisa, para finalmente salir de la casa. Subo a mi habitación y me dejo caer en la cama contemplando la oscuridad que me rodea.
Ni siquiera tengo ganas de dormir, porque prácticamente dormí toda la tarde en la cama de Azrael, como si ese lugar me diera cierta seguridad. Sé que me molestó bastante el hecho de que no me dejara ayudar a los padrinos de Lu, pero él tenía razón, éramos nosotros o ellos, además de que me quedó claro que él también tenía razón al decir que tomé la decisión incorrecta al elegir a Samael. Que admita que Azrael estaba en lo correcto, no quiere decir que sienta menos culpa por lo de los padrinos de Lucrecia.
༺✞︎༻
El toque de campana me obliga a salir del baño para dirigirme a mi primera clase. Siento la mirada de Samael clavada sobre mí y no sé cómo evitarlo, porque luego de saber quién es su padre, una vibra extraña me recorre el cuerpo.
Azrael me dijo que Samael era peligroso, algo que por mi parte aun no puedo comprobar, pero ahora algo dentro de mí siente un rechazo por él, borrando todos esos lindos momentos que pasamos juntos. Aunque creo que como mínimo le debo una explicación para no levantar sospechas.
—Abby... —susurra por lo bajo.
—Luego hablamos —digo de manera rápida.
Parece entender el mensaje de manera rápida, ya que no me molesta en el resto de la clase, lo que agradezco internamente, porque parece encantarle estar todos los días con sus golpecitos juguetones debajo de la silla. En cuanto el toque se hace presente, Samael se interpone en mi camino y siento la disimulada mirada de Azrael sobre mí.
—¿Estás bien? —me pregunta Samael —Llevas estos días ignorándome —dice en voz baja como si eso afectara a su ego.
—Espérame en el patio y te alcanzo —digo intentando mantener la calma —Primero iré al baño —miento.
—Vale —suelta un suspiro —Más te vale no dejarme plantado otra vez.
A pesar de que esas palabras las dice en su tono normal de voz, algo hace que me causen terror, como si aquella advertencia tuviera una consecuencia en caso de no cumplirla.
—¿Estás segura que quieres ir donde él? —me pregunta Azrael cuando ya todos han abandonado el salón.
—Yo... —digo no muy segura de mí —Yo... tengo que hacerlo —trago exageradamente —Si no le doy una explicación será mucho más obvio que quiero alejarme de él.
—Te estaré vigilando —se para frente a mí —Si noto que estás incómoda me voy a interponer.
—Gracias —le sonrío —pero estaré bien.
Él suelta un suspiro rendido y pasa por mi lado para abandonar el salón de clases. Al salir al pasillo lo veo apoyado en una pared mirándome discretamente, como si quisiera disimular ante los demás que está al pendiente de mí en este momento.
Tomo una gran bocanada de aire y me dirijo al patio del colegio, encontrando a Samael en la banca que nos solemos sentar cuando pasamos el rato juntos. Me está dando la espalda, por lo que me siento un poco más segura al acercarme a él, aunque en cuanto se gira y su mirada se conecta con la mía, siento que mi cuerpo flaquea por un segundo.
—Ya... ya estoy aquí —aparto la mirada de él y me acerco a la banca para tomar asiento.
—¿Qué te pasa? —pregunta un poco molesto —He intentado llamarte y nada.
—Mamá se enteró que estuve en tu casa —miento —Y no le pareció bien, porque los vecinos pueden hablar mal.
—¿Por eso me has estado ignorando? —asiento.
—No quiero meterme en problemas con ella.
—Vale, no irás más a mi casa —se encoge de hombros —pero aún tenemos el colegio.
—No lo creo posible —niego con la cabeza —También le llegaron rumores de que pasamos tiempo juntos aquí y no le parece que tenga juntas con chicos que me meten a su casa.
—¿Qué hay de Lucas y Javier? —pregunta de manera que su mandíbula se marque más de lo normal.
—Es distinto. Ellos han sido mis mejores amigos toda la vida, en cambio tú...
—Yo ¿Qué?
—Apenas te conozco —le respondo —Y eso lo hace más complicado, porque mi madre no se fía de las personas con tanta facilidad.
Al menos que seas Azrael, porque con él pareció caer derretida y no digamos que lo conocía del todo, ya que con Azrael ningún vínculo nos unía dentro del colegio. Ni que fuera un Ángel del cielo como para que mamá confié ciegamente en él.
—¿Segura que esto es por tu madre? —pregunta, enojado.
—También en por mí —admito, aunque no le diré exactamente lo que me pasa.
—¿Por ti?
—Este último tiempo me he sentido un poco extraña —aparto la mirada —Siento que necesito mi espacio para pensar y sentirme tranquila. Además, tenemos encima los últimos exámenes de semestre y siento que necesito un respiro.
—¿Intentas decir que te asfixio? —arquea una ceja.
—No es eso, Samael —meto la mano entre mi cuero cabelludo, como si eso me ayudara a ordenar mis ideas —Es sólo que... No lo sé... no sé cómo explicar ciertas cosas.
—Vale —se separa de mí —No te voy a estar rogando, Abby. Al menos hoy no.
Ni siquiera me esfuerzo en intentar detenerlo, porque esto era lo que quería yo, quería alejarlo de mí, pero aun así siento algo extraño al desligarme de él, después de pasar pequeños momentos agradables con él, es extraño dejarlo ir. Aunque el día que decidí ponerlo a él por sobre Azrael también sentí ese extraño vacío. Necesito con urgencia un golpe en la cabeza que me ayude a aclarar mi confusión con esos dos chicos, porque tengo que decidirme por uno o por ninguno, no puedo estar jugando con los dos a la vez.
—¿Salió todo bien? —miro a mi lado y veo a Azrael mirando a la nada. Ni siquiera noté cuando llegó.
—No lo sé —me encojo de hombros —Supongo, pero no quiero hablar de ello.
Azrael se queda en silencio, al igual que yo, dejando que el tiempo pase para volver a ingresar a una nueva clase. El chico a mi lado esta con sus ojos clavados en el cielo, sin embargo, mi mirada está fija en el gato de color un tanto anaranjado que se lame su mano junto a un basurero. El mismo gato que se me atravesó el día que iba bajando con Samael.
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El collar de la Muerte
Mistério / SuspenseUna extraña atracción era la que nos unía como amantes, ya no era sólo algo físico, sino que había una rara fuerza sobrenatural que me hacía ser un imán para ellos, un imán de lo bueno y lo malo, aunque también esa misma fuerza me hizo volverme el i...