XVIII

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Un poco avergonzada envuelvo mis brazos alrededor de mi cuerpo, ocultándolo un poco, ya que bajo la luz de la lámpara de mi habitación se puede percibir que no llevo sujetador bajo la camisa de color claro, además que debido a la fina tela blanca ...

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Un poco avergonzada envuelvo mis brazos alrededor de mi cuerpo, ocultándolo un poco, ya que bajo la luz de la lámpara de mi habitación se puede percibir que no llevo sujetador bajo la camisa de color claro, además que debido a la fina tela blanca mis pezones resaltan poco.

Azrael se sienta sobre mi cama y yo le doy la espalda quedando frente a mi espejo de cuerpo completo, para verlo a través de él. El chico se dedica a escanear lo que ve a su alrededor, lo que no me sorprende, ya que es algo que yo también hago cuando estoy en un lugar que parece nuevo para mis ojos. 

—¿Crees que valía la pena venir a esta hora por mí? —pregunto y su mirada se conecta con la mía a través del espejo.

—No lo sé —se encoge de hombros —¿Qué crees tú?

—Que, si no hubieras llegado, posiblemente me habría pasado algo. 

—¿Algo como qué? —se pone de pie. 

—Algo malo —se acerca a mí —No sabría explicarlo, pero sí sé que sentí una sensación muy extraña.

—Creo que ahora estás un poco más segura —apoya su mano en mi hombro, enredando su dedo en el tirante de mi camisa de dormir —Solo si crees que puedes estar segura conmigo.

—Lo creo —digo con seguridad, olvidando por un segundo cubrir mi cuerpo.

Su mirada baja por mi cuerpo a través del espejo y a pesar de que la fina tela blanca me está cubriendo, me siento desnuda bajo sus ojos. Sus dedos bajan un poco el tirante y luego lo sueltan para pasar de manera suave hasta mi cuello, estremeciendo cada célula en mi interior. A medida que sus dedos dejan pequeños caminos entre mi cuello y mi hombro, pasa la lengua por sus labios, como si yo fuera el vaso de agua con hielo en mitad del desierto.

Doy un corto paso atrás, provocando que mi cuerpo quede pegado al de él, mientras nuestras miradas se conectan una vez más en el reflejo. Le dedico una mirada cargada de lujuria, con la que intento demostrarle que estoy deseosa de que siga pasando sus manos por cada rincón de mi piel, pero él parece dudarlo un poco.

Presiono un poco más mi trasero contra su entrepierna y eso parece ser el interruptor capaz de activar sus movimientos, ya que apoya su mano en mi cintura para luego comenzar a subirla lentamente por mi estómago, sin embargo, se detiene en la parte baja de mis pechos, clavando una vez más su mirada en mis ojos. Yo solo asiento con la cabeza, dándole a entender que estoy dispuesta a hacer todo lo que él desee.

Su mano sube finalmente a uno de mis pechos y lo aprieta mientras sus labios viajan a mi cuello desnudo, dejándome como una testigo de sus caricias a través del reflejo frente a mí.

Una vez más vuelve a mirarme, pero yo dirijo mi mirada a su mano que abandona mi pecho para subir y enredarse entre mi cuello y el collar dorado, jugueteando un poco con él. Pareciera como si esa pequeña cadena tuviera una fuerza atrayente para quienes la miran, porque tanto él como Samael parecen quedar embobados al tenerla ante sus ojos, aunque fue lo mismo que me provocó a mí el día que la encontré en mitad del bosque.

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora