XXXII

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—Al fin te encuentro sola

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—Al fin te encuentro sola.

Me giro para encontrarme a Samael junto a la puerta del baño de chicas.

—No puedes estar aquí —me quejo.

—Es el único lugar donde Azrael no entrará —se encoge de hombros —Me está molestando el hecho de que aparezca como un pegote cada vez que intento acercarme a ti. ¿Acaso tu mamá lo contrató de guardaespaldas? —arquea una ceja.

—Directo al grano, Samael.

—Tienes que alejarte de Azrael —dice con cierto toque de advertencia en su voz —Ese idiota te va a decepcionar.

—¿Qué te hace creer eso?

—Porque lo conozco más de lo que a él gustaría —responde.

—No quiero ser parte del extraño odio que se tienen.

—No veo el futuro, ni nada por el estilo, pero algo grande va a pasar y estoy seguro que él intentará detenerte —se acerca a mí —Puedo ser muy hijo de puta —susurra en mi oído —sin embargo, no te oculto tanta mierda como lo hace él.

—¿Qué...?

—Nos vemos, Abby —me guiña un ojo —Sólo espero que notes las cosas antes de que sea tarde.

Sale del baño dejándome un poco descolocada, porque hay una vibra en su voz que es capaz de convencer a cualquier persona, pero yo he visto de lo que es capaz su padre y temo que Samael haga lo mismo. Sin embargo, también sé que Azrael esconde muchas cosas, pero no me ha mostrado ningún indicio de maldad en él.

Camino en dirección a la capilla del colegio y como es de costumbre veo al chico de cabello claro en la primera banca del lugar.

—Demoraste más de lo normal —me siento a su lado —Pensé que no vendrías.

—Sólo me quedé pendiente del espejo del baño —miento.

—Necesito decirte algo —se gira a mirarme y siento mi cuerpo ponerse en alerta.

—¿Qué pasa?

—Yo... —dice no muy seguro —Yo...

—Tú ¿Qué, Azrael? —lo apresuro —me pones nerviosa.

—No estoy seguro de si volveré el siguiente semestre —dice en voz baja —Y no quería desaparecer sin decírtelo —se pone de pie para apartar la vista de mí.

—¿Te irás? —me pongo de pie.

Él apoya sus manos en el altar, o también conocido como Ara, y agacha su cabeza dejando escapar un largo suspiro.

—Azrael, responde —me acerco a él.

—No lo sé, Abigail —responde manteniendo su postura.

—¿Entonces por qué dices eso?

El collar de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora