#20

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Sejin apretó los puños, sintiéndose impotente ante la vista que tenía delante.

Sobre la cama superior de su litera se hallaba una caja blanca con las pertenencias de su nuevo compañero de celda. No es que tuviese nada en contra del recién ingresado, pero las lágrimas se le acumulaban en los ojos de solo pensar que el lugar de una persona era tan fácil de reemplazar.
Días atrás, esa cama pertenecía a Taeha, su gran y especial amigo, quien jamás le había fallado y quien le había acompañado durante todos los años que estuvieron encerrados juntos.

Y ahora estaba muerto.

Sejin se dejó caer de rodillas, apretando los dientes y situando las palmas sobre el suelo, como si tuviese que soportar una carga en su espalda. Una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla. Recordó los momentos que pasaron juntos entre esas paredes, en el comedor, en la sala común, siempre actuando en la defensa del contrario y brindándose apoyo. Era triste. Realmente triste. Y todo porque en la cárcel era distinto; allí no tenías fotografías ni vídeos para poder tener algo a lo que aferrarte, sino que sólo quedaban las memorias en tu mente. ¿Quién podría haberlo hecho? ¿Quién querría matar a Lee Taeha, un preso de lo más inofensivo?

Con una dificultad que le pesaba en el corazón, se incorporó dando un último vistazo a los efectos personales del chico nuevo y salió de la celda. Fuera no había demasiado ajetreo, hoy era un día normal como cualquier otro, por lo que decidió bajar a la zona común sin ningún objetivo. Pura costumbre, solo que ahora se le hacía rara esta soledad.
Las escaleras se le hacían aún más largas, los pasillos más oscuros y las paredes más estrechas. Quizá todo era producto de su mente, pero así parecía a medida que avanzaba por la prisión. Bajó hasta llegar a su destino, donde vio a varios presos reunidos en grupos por las mesas, en el suelo o charlando de pie. En la mesa más cercana se hallaba Song Mingi, observando concentrado una mesa a lo lejos, probablemente donde se sentaban Choi San, Jung Wooyoung y Kim Hongjoong. Sejin suspiró, haciendo que Mingi notase su presencia y se girase para mirarle.

Mingi entrecerró los ojos, mirándole a través de las trencitas azules que caían en su frente. Dio una corta calada al cigarro que sostenía en la mano, girando su cuerpo en el asiento para enfrentar al recién llegado.

–¿Sabes quién mató a Taeha? –cuestionó el alto con determinación.

Sejin lo miró alarmado con solo oír el nombre de su ex-compañero. No conocía de nada a aquel preso de mirada inquisidora, pero sabía que Mingi era un tío interesado y con mala fama, así que lo mejor era no prestar demasiada atención a sus palabras.

–¿Qué quieres? –preguntó, queriendo evitar cualquier tipo de interacción que no fuese estrictamente necesaria.

–Nada, sólo quiero contarte un pequeño secreto sobre la muerte de tu querido amigo.

No le sorprendía que Mingi supiera de su amistad, ya que siempre habían sido vistos juntos en público, pero lo que no entendía era cómo podría saber él algo y por qué razón querría contárselo si ni siquiera tenían un contacto casual.

Aun así, cualquier cosa relacionada con Taeha, por pequeña que fuera, le interesaba.

–No sé por qué lo harías. ¿Acaso has sido tú? –preguntó Sejin, alzando una ceja– No hablan muy bien de ti que digamos.

Mingi rio, dejando escapar el aire.

–El asesino fue la misma persona que también mató a un gran amigo mío, así que eso me quita de la lista de sospechosos –respondió.

–¿Me estás diciendo que conoces la identidad de quien lo hizo?

–Por supuesto que sí. La única razón por la que yo aún no he hecho nada en su contra a pesar de lo mucho que le odio es por pura precaución. El asesino en cuestión no es alguien normal.

Sejin frunció el ceño y apretó los puños en un acto reflejo. La tranquilidad y la franqueza en sus palabras hacían sonar verídicas sus declaraciones. Enseguida algo se removió en su interior al pensar que podría vengar la muerte de su fallecido mejor amigo.

–¿Quién es?

Mingi rio y volvió la vista al frente, hacia el exacto lugar donde minutos antes se encontraba absorto. Señaló con la cabeza la mesa en la que estaban sentados los reos junto a Hongjoong.

–El puto mercenario –respondió.

Sejin siguió el camino que conectaba los ojos del de trencitas con su destino visual, y su vista se concretó en Choi San y su elegante mullet negro.

El puto mercenario.

–¿Choi San? –preguntó Sejin, dudoso.

–El mismo –asintió Mingi.

Sobre el tablero de la mesa en la que estaban sentados aquellos tres extraños individuos, había algo que parecían figuritas de papel. A Sejin le parecieron presos normales que se aburrían demasiado como para ponerse a hacer papiroflexia.

Mingi, a pesar de las duras consecuencias que podría acarrear esto que estaba revelando, no estaba pensando demasiado en sus palabras. Su mente estaba más centrada en saber las razones por las que Hongjoong, aquel pequeño preso que consideraba de su propiedad, se codeaba con Choi San.

Eso no le gustaba.

Tenía grandes sentimientos vengativos respecto al pelinegro, y la verdad es que en cuanto vio a Sejin bajar a la sala común, tuvo esperanza en que el chico quisiese vengar la muerte de su amigo si le contaba la verdad. De esa manera lograría deshacerse de San a través de Sejin sin tener que mover ni un dedo.

–¿Cómo puedo creerte? –interrumpió sus pensamientos– ¿Qué motivos tendría él para matarle?

–Choi no necesita motivos, idiota. Dinero, puro amor al arte... Quién sabe. Pero fue él, porque esa forma de matar... Esa determinación...

Mingi chasqueó la lengua sin acabar la frase, llevándose el cigarro a los labios.

–Eso no lo tiene cualquiera –continuó diciendo tras expulsar el humo– Antes teníamos una especie de pacto, pero ahora que el hijo de puta ha decidido romperlo, me da igual todo. Que lo sepa el mundo entero. Seungyeop valía más que él.

Mingi se levantó del banquito para irse, pero fue interrumpido por un alterado Sejin.

–Si eso es verdad, no lo entiendo entonces. Tú tienes fama de tener poder sobre todos los presos y no has hecho nada a ese cabrón que se supone que tanto odias.

Mingi detuvo sus movimientos para prestarle atención y dedicarle unas últimas palabras antes de marcharse escaleras arriba.

–Escucha colega, ese tío que ves ahí es más duro que los barrotes de las celdas. Mueves un dedo y ya te ha cortado el cuello. Puede oler tus intenciones desde donde estés, como un sabueso, y deberías darme las gracias porque ahora sabes cómo vengar a ese amigo tuyo. Por cierto, no actúes como un novato porque él no lo es. Lleva matando por dinero y por gusto desde el primer día que ingresó aquí. Suerte.

Mingi se retiró de la estancia, dejando a un pensativo Sejin atrás. El alto tenía en mente que debía hablar con Hongjoong para sonsacarle lo que se traía entre manos el mercenario. Era algo raro ver a esos tres cercanos y hablando tan concentrados sobre algo, y Mingi veía venir que planeaban algo contra él. No era usual ver a Choi pasar su tiempo libre con alguien que no fuera Kim Taehyung.

Jeon Sejin se quedó allí mirando el panorama, sintiendo una creciente rabia dentro de sí a medida que analizaba los distraídos movimientos del pelinegro. Preguntándose si la muerte de su mejor amigo había sido por dinero o por puro disfrute del psicópata de mirada fría.












Capítulo cortito jj
Poco a poco comienzan a destapar a San 🤭

Quizá comience a poner el título de una canción al principio de cada capítulo a partir de ahora, estaría bien tener una banda sonora acorde a cada suceso ;)

LOVER BOY - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora