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No sabía si pasaron dos o más días dentro de la celda saliendo para lo justo y necesario. Ya había perdido la cuenta de las veces que había sonado el timbre que daba la señal del cierre de las puertas por la noche.

La única vez que Wooyoung decidió salir fue para realizar una llamada que le abriría las puertas a su definitiva salida; su hermana de nuevo. En esta segunda llamada, Jung Yoojin cedió su número de cuenta y pareció más dispuesta que antes en ayudar a su hermano a salir de la cárcel.
El rubio, poco a poco, se recuperó de la especie de shock postraumático que había sido provocado por las situaciones de estrés y peligro a las que había sido sometido. Volvía a ser el mismo de siempre y aquella sonrisa socarrona volvía a pasear por los corredores.

La hora de la comida fue anunciada, y para entonces Wooyoung ya se encontraba junto a Hongjoong yendo hacia la cantina.

–Pero... ¿de verdad te hizo eso? –preguntó el bajito, impresionado por la marca violácea en el cuello del contrario.

–Así es. Lamento que tengas que complacer a ese tío. No me imagino lo que debe de ser... –dijo el rubio, haciendo una mueca asqueada– Yo no podría.

–No podrías ser su perrito faldero, pero en el ámbito sexual sí lo harías ¿cierto? A cambio de dinero.

–Sí, sin duda. Necesito dinero. ¿Mingi te paga a cambio de hacer contigo lo que le plazca?

Hongjoong rio sarcástico. Ambos, ya en el interior del comedor, se colocaron en la fila con bandejas en mano para recibir la comida.

–A mí me tiene amenazado. Soy inofensivo, no haría daño ni a una mosca y lo sabe, por eso es inútil para mí intentar defenderme o plantarle cara –respondió el castaño– No puedo contra él ni contra los suyos, así que mucho menos puedo exigirles dinero por tomar mi cuerpo. Ya me estoy acostumbrando ¿sabes?

Wooyoung bufó, disgustado por sus palabras.

–Pero eso es muy triste. No puedes vivir así.

–Tranquilo, en apenas cinco meses saldré de aquí. Mi pena sólo era medio año, aunque no puedo estar al volante hasta dentro de muuucho tiempo.

–Oh, cierto. Conducción temeraria –recordó Wooyoung– Me alegro por ti, aunque me quedaré solo.

El rubio hizo una carita de pena pero luego rio, realmente se alegraba de que aquel agradable chico no tuviese que soportar estar encerrado por años.

–Vendré a verte, e incluso puede que nos veamos fuera de rejas. Tráfico no creo que sea para tanto. Además... sé que sabes cuidarte solo, yo no es que ayude mucho –dijo Hongjoong, sonriendo.

Se sentaron en una mesa vacía tras recibir sus porciones. Wooyoung parecía incómodo cuando se trataba de hablar sobre su condena.

–Sí, tráfico... bueno, por ahora centrémonos en vivir aquí dentro de la forma más decente posible.

Comenzaron a comer tranquilos, pero lamentablemente la tranquilidad no era algo de lo que se gozara en la cárcel. Aunque estuviesen conversando sobre temas triviales como el tiempo o el comportamiento abusivo de los funcionarios, Wooyoung percibía movimiento y tenía todos sus sentidos alerta, como siempre.

–Alguien viene hacia aquí –comentó el rubio, sorprendiendo a Hongjoong y haciendo que éste apartase la vista de su comida– Me está mirando así que viene por mí. Probablemente se siente a mi lado y vacile frente a sus amiguitos mientras me trata como si me conociese con intenciones de aprovecharse de mí.

Hongjoong alzó las cejas, estupefacto, mientras el preso del que Wooyoung hablaba tomaba asiento al lado del rubio y le pasaba un brazo por los hombros. Pronto se vieron rodeados de un grupo de presos con uniformes de todos los tonos. El rubio suspiró, cansado, y Hongjoong se veía resignado.

LOVER BOY - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora