#16

4.3K 641 253
                                    

Los recuerdos comenzaron a llegar a la mente de Wooyoung en forma de heridas imposibles de sanar.

A lo mejor era demasiado joven como para comprender que el instinto de supervivencia humano era lo que predominaba sobre cada uno de nosotros. Debajo de la capa de sonrisas y vaciles que siempre mostraba, había una gran ingenuidad. Confiaba en la gente que él creía cercana, pero ignoraba que toda confianza tenía sus límites cuando se trataba de salvarse el culo a uno mismo.

Por eso, cuando bajó al primer piso con la mirada vacía y pensativa, sólo pudo aferrarse a aquellas palabras que Seonghwa le transmitió:

–Han llamado preguntando por ti, pero no te he encontrado hasta ahora.

Entonces Wooyoung pensó en su hermana, y por un instante, vio a su vez un rayo de luz. La famosa lucidez al final del oscuro túnel. Corrió por los pasillos, ignorando el desconcierto del funcionario, quien se había quedado mirando los arañazos que decoraban el pecho descubierto del rubio. Llegó a las cabinas tan ansioso, que tuvo que volver atrás al recordar que debía dar su nombre y solicitar la llamada antes de coger un teléfono.

La recepcionista le miró con aquella mirada cansada, pasando las páginas del libreto de los presos hasta llegar a su nombre.

–Rápido, por favor –rogó el chico, escrutando los lentos movimientos de la mujer.

Ella le miró mal.

–Jung Wooyoung –pronunció su nombre señalando con el dedo el perfil del recluso sobre el papel– Tienes todas las llamadas disponibles y una perdida del número seis, ocho, siete...

–Vale, vale –la interrumpió, dando pasitos en el sitio– ¿Puedo pasar ya?

La recepcionista suspiró al ser cortada, pero hizo un ademán con la cabeza en señal de asentimiento. Wooyoung corrió, casi resbalándose por el recién fregado suelo, y cogió el teléfono de la cabina más alejada posible. Marcó el número con desesperación y esperó. Cada pitido sonaba como un interminable segundo de incertidumbre.

–¿Sí?

–Yoo... –comenzó a decir, pero se percató de que esa voz no sonaba como la de su hermana– ¿...jin? ¿Yoojin?

–Oh, ¿Wooyoung? ¿Qué haces llamando a este número?

–Es el teléfono de mi hermana.

La voz que respondió al otro lado de la línea era masculina. Una voz inconfundible de acento escandinavo. Era uno de los hombres del norte de Europa, aquellos que trabajaban con su padre y que tanto miedo le daban de pequeño.

–Ya... bueno, ella se lo dejó aquí antes de marcharse. La muy perra resultó ser como tú, una traidora. Solo que ha sido más lista.

–¿Cómo? ¿Una traidora?

La voz ronca y de sílabas toscas rio ligeramente.

–Sí. Se ha tomado la molestia de dejar una nota antes de largarse, diciendo que se marchaba lejos, muy lejos, y que no volveríamos a verla. De dónde habrá sacado el dinero para organizarse una salida del país a nuestras espaldas...

–Cómo que se ha marchado. ¿Dinero? El dinero...

Wooyoung habló para sí mismo, con el teléfono escurriéndose de su mano derecha. Lo separó un segundo de su oído para tragar saliva y dejar que una parte muy negra de sí mismo hiciera aparición. El jodido dinero que él había ganado y sacado de la cárcel con tanto sufrimiento, sudor y lágrimas, ella lo había utilizado para marcharse. Oyó la voz del contrario insistir a través del altavoz, pero él no veía más salidas en aquel camino. Se pasó una mano por el pelo, llegando al extremo de experimentar pensamientos suicidas.

LOVER BOY - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora