#14

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¿Cómo reaccionas si estás teniendo el sueño de tu vida y te despiertan a palos?

–Vete a tocar los cojones a otra parte.

Así reaccionó él.

El funcionario de turno frunció el ceño y asestó un par de golpes con la porra al bulto bajo las sábanas, con más fuerza que antes.

–¡A ver si aprendes a hablar con respeto, niñato! –soltó el trabajador, insistiendo.

–¡Que ya voy! –gritó Wooyoung, harto y destapándose con hastío.

–Déjale, ya me encargo yo –intervino Yeosang, quien estaba cambiándose de ropa, en dirección al funcionario.

El hombre no quitó su cara de desagrado y, tras reprender a ambos con la mirada, salió de la celda. Yeosang bufó.

–Hace quince minutos que sonó la alarma, ya sabes cómo se ponen los guardias si no ven a todo el mundo en pie cuando suben a revisar –dijo el de rizos.

Wooyoung no se molestó en responder, se frotó la cara y bajó de la cama. No entendía por qué tenían horario para despertar si no había nada que hacer en la cárcel.

–Bueno, todos tenemos nuestros defectos –dijo el rubio– Por ejemplo, yo duermo mucho, él es un gilipollas...

El ambiente del día de hoy no era demasiado positivo. Wooyoung se había levantado desganado, aún más al recordar que no tenía manera de cumplir con el trato que tenía con su hermana si no era vendiendo su cuerpo. Parecía que las opciones se habían acabado, y no pensaba aceptar el dinero que Choi San le ofrecía. Él tenía un orgullo, prefería robárselo a sentirse un miserable que recibía billetes de quien consideraba su enemigo.
Wooyoung se colocó el mono sobre la ropa interior mientras Yeosang terminaba de subirse la cremallera y se agachaba para verificar algo en el suelo. El rubio se extrañó al verle palpar los tablones de madera.

–¿Qué haces? –preguntó.

–Nada que te interese.

Yeosang dio con lo que buscaba al notar un tablón que crujía bajo su tacto. Sin miramientos, colocó los dedos en el filo y lo levantó, dejando un pequeño hueco perfecto a la vista. Un buen escondite.

–No jodas –expresó Wooyoung– ¿Cuánto tiempo lleva eso ahí?

–Desde siempre –rio Yeosang– Todo preso necesita su privacidad.

Wooyoung estiró un poco el cuello para ver el interior del hueco, logrando ver papeles coloridos que lógicamente eran billetes.

–Te dejo verlo porque ya me da igual –dijo su compañero– No voy a guardar nada más aquí, los pitufos han pillado a más de uno escondiendo pinchos y dinero bajo los tablones. No voy a arriesgarme a que hagan control algún día.

Rápidos pensamientos sobrevolaron la mente del rubio. Si hasta su compañero de habitación tenía un escondite en su propia celda, ¿cómo no iba a tenerlo el mismísimo Choi San?
Sin decir nada más y llevando la contraria al sentimiento de cansancio que momentos antes apoderaba su cuerpo, salió del cuarto y echó a correr por el pasillo. Hizo caso a sus impulsos, que le dirigían a la habitación del pelinegro, pero frenó de golpe a mitad de camino cuando se encontró con San andando tan tranquilo. Éste le miró extrañado al verlo detenerse de repente en plena carrera.

–Vaya, ¿tú también le compras pastillas a Youngmin? –dijo el preso, mirándolo con burla y siguiendo su camino.

Wooyoung pensó con más claridad al oír el tono de vacile de San, y decidió pensar las cosas mejor. El anterior día había irrumpido en la celda del chico y todo había salido mal, por lo que esta vez, antes de entrar a buscar un escondrijo, debería planear algo. Dio media vuelta y siguió la dirección que todos los presos seguían, hacia el comedor. Era la hora del desayuno y todos los reclusos andaban como borregos hacia el delicioso olor que desprendía la comida desde la cantina. En verdad, Wooyoung sabía que el olor era más bien desagradable, pero al llevar tanto tiempo allí te olvidabas de lo que era una buena comida.
Dongwook abrió las puertas, con su delantal sobre el uniforme. Ayudar en la cocina le suponía simpatía por parte de los funcionarios y una buena reducción de condena por buena conducta. En cierto modo los demás envidiaban a ese tipo de presos, pero no todo el mundo estaba preparado para afrontar una condena con tanta madurez. Wooyoung entró, viendo a Mingi delante suyo con Hongjoong al lado. El alto mantenía una mano reposando sobre la nuca del bajito, a lo que Wooyoung hizo una mueca desagradable. Algún día prometía tomar cartas en el asunto y decirle al grupito de Mingi que dejaran en paz a su amigo, pero de momento se mantendría al margen. Pasó de largo, hoy desayunaría solo.

LOVER BOY - woosanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora