Capítulo 41

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Capítulo 41:

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01 de Julio

Miedo...

Mis piernas ardían, pero no podía detenerme. Mi pecho dolía y mi respiración estaba tan entrecortada que sentí como no llegaba aire a mis pulmones. Podía escuchar mi pulso acelerado detrás de mis orejas, mientras miraba a todos lados en busca de una salida. Una gruesa capa de sudor cubría todo mi rostro, sin embargo, corrí por los pasillos del instituto.

El miedo calaba en mis huesos, y debía admitir que nunca tuve tanto miedo como ese día.

Entonces, en mi campo de visión apareció la oficina de mi padre, agradeciendo al cielo entré lo más rápido que pude.

Tenía los ojos cerrados, mientras intentaba recuperarme un poco, pero estaba tan alterado como para permitirme bajar la guardia. Entonces, pasó...

Sin entender una mierda de lo que estaba sucediendo, pegué la espalda contra la puerta de madera de la oficina de Lee. Mi corazón dio un vuelco y olvidé como respirar en un momento.

Ahí, de pie sobre un acantilado, estaba Amelia.

Fruncí el ceño con confusión en mi ser.

Ella estaba de espaldas, mirando el acantilado. Estaba tan absorta de todo que no se giró cuando la llamé.

Me permití mirar donde estaba, y me pareció absurdo que segundos atrás estaba en la oficina de Lee mientras que estaba cagado hasta en las uñas, y luego me encontrase en otro lugar completamente diferente.

¿Ahora qué está pasando?

Luego, abrí mucho los ojos a causa del reconocimiento. Sabia donde estaba, lo conocía...

Estaba en aquel lugar donde llevé a Amelia para que aprendiera a conducir, pero, ¿por qué?

Mi vista viajó a la castaña, quien seguía mirando el acantilado como si fuese la cosa más maravillosa del mundo.

— ¿Qué hacemos aquí? —pregunté, con el entrecejo fruncido.

No recibí respuesta.

—Amelia, ¿puedes escucharme?

Ella ni siquiera se inmutó ante mi pregunta. Siguió en su misma posición, pareciendo una clase de maniquí. Me dio miedo.

Mi ansiedad estaba al tope, y podía sentir mi pulso bailando en mis muñecas. Apreté los labios con fuerza haciéndome sangrar y el sabor a hierro me confirmó que lo que estaba pasando era real, ¿cómo podía ser posible?

Entonces, Amelia se giró. Sus ojos conectaron con los míos de inmediato, sin embargo, su mirada era vacía y aterradora, no parecía la Amelia con la mirada llena de vida que siempre tenía. Miré sus manos y en ellas acunaba un cuchillo de cocina. Pero, ¿qué mierda?

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora