Capítulo especial

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La oficina de mi padre estaba tan impecable que me causaba escalofríos. Lee era tan meticuloso y perfeccionista con todo que muchas veces me era imposible hasta yo mismo pensar que aquel hombre y yo no compartíamos el mismo ADN.

Lee colocó un vaso de cristal con agua y dos cubitos de hielo flotando en la superficie en frente de mí.

—Lamento no poder ofrecerte algo más. La cafetera se dañó. —Hizo una mueca de pesar y me enseñó unos caramelos de café que guardaba en su saco.

Solté una carcajada ya que imaginé el momento justo cuando la cafetera decidió morir y todas las groserías pronunciadas con su acento escoces que pudo decir en aquel momento.

—Descuida, de todas formas, no me gusta tomar café.

Nos quedamos en silencio por un rato, sin embargo, no fue un silencio incomodo sino uno placentero.

Muchas veces iba a la oficina de papá y simplemente me sentaba en silencio a pensar y Lee respetaba eso, no me hacia ninguna pregunta sin yo antes dar el primer paso. Pero, aunque no hablábamos mucho en mis tiempos de estar en su oficina, yo sabía que a él le encantaba mi compañía. Podía ver su sonrisa discreta cuando entraba de la nada a interrumpirlo en su trabajo y me sentaba en su sofá sin dar explicaciones. Lee simplemente se levantaba y dejaba de hacer lo que estaba haciendo y me ofrecía algo de beber y cuando terminaba mi bebida me levantaba, me despedía y le decía que lo esperaba en la cena y sin más me iba.

Mi padre Lee era una de mis personas favoritas y disfrutaba su presencia, pero nunca se lo supe demostrar. Sólo hacia pequeñas cosas para darle indicio de lo mucho que lo quería, pero lamentablemente no sabía como ser tan abierto con las personas.

Ese día quise hacer algo distinto.

Lee —lo llamé, y mis manos comenzaron a sudar. Sabía que debía hacerlo, Amelia me había enseñado que debía aprovechar los momentos y sobre todo aprovechar a tus seres queridos—. ¿sabes lo mucho que te amo, papá?

El sonido de un lapicero caer rompió el silencio.

Miré a Lee y para mi sorpresa sus ojos estaban humedecidos. Su rostro demostraba total sorpresa y le sonreí con tristeza.

—Lee, perdóname por no ser un buen hijo para ti.

—¿De qué hablas, Keelan? —dijo, y su ceño se frunció.

—Has hecho más de lo que mi madre ha podido hacer, te esfuerzas por demostrarnos lo mucho que nos amabas y sin recibir nada a cambio. Ni siquiera te importa que no llevemos tu sangre... —le dije, y estaba siendo lo más sincero que podía ser —. Lee, perdóname si no te he demostrado lo mucho que me importas. Joder, me cuesta decir esto y me parece tan cursi y estúpido, pero eres mi persona favorita y el mejor padre que pude tener. Gracias por soportarme.

No me había dado cuanta cuando mis ojos se cerraron al momento de decirle esto último a mi padre, mis mejillas estaban calientes y mis manos estaban temblorosas, pero suponía que era por demostrarle lo que sentía. Mierda, me sentía tan expuesto y al mismo tiempo estaba aliviado.

Lee se levantó de su cómodo asiento y se sentó en el sofá junto a mí. Escuché cuando soltó aire y me miró aun con los ojos humedecidos.

—La primera vez que te conocí eras solo un chiquillo con mal genio que me dedicaba miradas de odio cuando intentaba acercarme a tu hermana o a ti —dijo, con una sonrisa nostálgica en el rostro—. Pero te miré a los ojos y supe que tenías algo especial, te fui conociendo poco a poco o al menos lo que tu querías que yo conociera y fui encariñándome contigo hasta el punto de querer protegerte de todo mal —Le sonreí y las comisuras de sus labios temblaban—. Sabía que no era tu padre y no quería reemplazar a Kale, pero quería con toda mi alma al menos poder agradarte —Se encogió de hombros y me sorprendió ver una lagrima resbalar por su mejilla— ¿Sabes lo mucho que me emociona que me digas esto? Keelan, por Dios, estaba esperando escuchar esto de ti. Me alegra que ahora puedas decir lo que sientes, hijo.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora