Capítulo 11:
Me sentía como un chiquillo jugando a ese estúpido juego, pero me encantaba ver lo nerviosa que se ponía Amelia. Creí que era mala idea beber con ella, sin embargo me estaba divirtiendo y no había pasado nada de lo que tenía que arrepentirme luego.
La había buscado por todas las habitaciones de arriba, y ya empezaba a sentirme mareado. No entendía cómo tenía una tonta sonrisa en los labios mientras recorría esta jodida casa. Me detuve en cuanto escuché voces, me acerqué y di con una piscina—Genial, igual de grande que toda la casa—. Logan y Wanda estaban riendo en la piscina.
—Hey, amigo, ¿vienes? —preguntó Logan, extendiendo los brazos, haciendo señas para que me acercara.
—No quiero interrumpir —les dije, echándoles una miradita a ambos.
—Para nada, compañero. Este chico es un idiota, ¿cómo lo soportas? —me dijo Wanda, solté una escandalosa carcajada.
—Ya te habías tardado en descubrirlo —le dije.
—Dejen de hablar de mí como si no estuviera —espetó Logan, saliendo de la piscina con el ceño fruncido.
—¿Qué pasa con esta jodida casa gigante? Quieres compensar algo con su tamaño, ¿eh? —lo molesté una poco, dándole un codazo en la costilla.
—¿Has estado bebiendo? Te pones muy molesto cuando lo haces. —Rodó los ojos.
—A callar, que no eres mi madre. —Le di otro codazo en la costilla.
Por un momento olvidé lo que estaba haciendo anteriormente, pero luego la imagen de una castaña se me vino a la cabeza.
Oh, el juego...
—¿Han visto a Amelia? —pregunté.
Wanda y Logan asistieron al mismo tiempo.
—Sí, está con Ego. —respondió mi amigo, señalando atrás de él.
—¿Quién?
—Mi caballo, está en el establo. —Se encogió de hombros, restándole importancia.
—¿Tienes un jodido caballo? —pregunté, con incredulidad. Él asintió como sí fuese lo más normal del mundo—¿Y quien le pone Ego a un caballo?
—¿Nunca has visto Los guardianes de la galaxia? —me dijo, mostrándose sorprendido.
«No puede ser...»
—Dime donde está ese dichoso establo de una vez —le ordené y luché para no reírme.
—¿En serio no la has visto? —siguió sorprendido, hablando de la película.
—Joder, me iré de aquí antes que me contagies lo estúpido —le dije, pero las comisuras de mis labios se elevaron creando una sonrisa.
Dicho esto me marché por donde Logan había señalado. No tardé mucho en ver un pequeño establo, y me sorprendió al entrar ya que no era exageradamente grande como todo lo demás.
De pronto, di un brinco cuando salió una gran cabeza de caballo, asustándome hasta la mierda y erizando los pelos de mi nuca.
—Por Dios... —llevé una mano a mi pecho—. Debes de ser Ego —dije, cuando me había recuperado del susto—¿Has visto a una chica castaña? Se llama Amelia —le dije, lo suficientemente alto para que ella escuchara.
Di algunos pasos y no fue muy difícil encontrarla. Ahí estaba ella. En cuclillas con las manos en la boca y los ojos cerrados, viéndose como una niña pequeña jugando a las escondidas.
—Creo que gané —le dije, acercándome más.
Abrió los ojos y noté como sus mejillas estaban coloradas y su cola de caballo desordenada.
—Tal vez.
Se levantó con expresión divertida y pude ver cómo se tambaleaba con torpeza.
—Tal vez deberías responder a mi pregunta. —Me acerqué más a ella, soltó una risita nerviosa.
—Tal vez... —dijo, acercándose más a mí.
—¿Por qué estamos tan cerca? —le pregunté, en un susurro como si alguien nos pudiera oír.
—No lo sé —respondió de la misma forma, acercándose más.
Nuestras respiraciones chocaron, y por un momento olvidé como pensar. Tenía la mirada fija en mí, se mostraba tan concentrada mirando cada detalle de mi rostro. Pude ver como sus pupilas se movían con rapidez. Me permití mirarla. Observé algo nuevo en ella, nunca había notado lo bonita que era; su cabello castaño largo y desordenado, sus mejillas rosadas, sus pestañas largas y por último sus labios pintados de un rosa pálido. Hasta su piel pálida me parecía atractiva.
Tragué saliva, obligándose a no escudriñarla más con la mirada, pero no pude dejar de hacerlo.
No estaba seguro sí lo que estaba pensando y el nerviosismo que sentía era a causa del alcohol. Prefería creer aquello antes de poner una idea absurda en mi cabeza.
—¿Por qué me miras así? —preguntó, casi audible.
—No lo sé —dije, con un hilo de voz.
Nunca me había puesto tan nervioso con una chica, pero desde que conocía a Amelia eso era lo que hacía, ponerme nervioso.
—Me gustas —confesó, de repente.
No supe cómo sentirme al respecto, estábamos muy cerca para pensar.
—¿Ah, sí?
Asintió.
Entonces, en un movimiento rápido y sin previo aviso, no me dió tiempo de decir palabras ya que, Amelia se inclinó juntando sus labios con los míos.
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Un corazón para Amelia
Teen FictionLa vida es un completo misterio, suceden cosas que no podemos explicar, algunas buenas y otras desafortunadamente no corren con la misma suerte. ¿Crees en el destino? ¿En las casualidades? ¿Suerte, tal vez? Keelan Harris solo cree en los accid...