Mis ojos se abrieron.
Me sentía débil, con una sensación de desorientación. En un movimiento lento giré mi cabeza, y parpadee un par de veces para acostumbrar mis ojos a la luz blanca de la habitación. Al instante no sabía donde estaba, pero mi cerebro se encendió al cabo de unos segundos, avisándome que no me había muerto. Estaba bien. Reconocí las paredes blancas, la camilla donde estaba, el gran ventanal a mi derecha y aquel olor característico del hospital.
¡No morí!
Quise gritar de alegría, pero sentía la garganta seca. Mi campo de visión viajó por toda la estancia y fruncí el ceño al notar que nadie estaba conmigo. En forma perezosa despegue mi espalda del colchón, y emitiendo un extraño bufido volví a mi posición anterior. Llevé una mano a mi frente, y cerré los ojos con confusión, recordé lo sucedido y sentí alivio estar en un hospital aunque no recordaba cuando había llegado o quien me había ayudado.
Mi vista viajó al gran ventanal de mi derecha, y sin poder evitarlo las comisuras de mis labios se elevaron creando una sonrisa al mirar la gran noria de Londres. Creo que se había convertido uno de mis lugares favoritos y...
—Me alegra que hayas despertado. —La voz de mi madre hizo eco en la habitación, causando que saliera de mis pensamientos.
Hice un mohín con mis labios al verla entrar, esperaba ver a otra persona, a esa otra persona. Asentí sin mucho ánimo, pero me permití mirarla mientras forzaba una sonrisa. Me alegraba poder estar bien, tuve mucho miedo, creí que moriría. Ver a mi madre me confirmaba la fortuna que tuve por haber tenido una segunda oportunidad.
—Esta vez nos diste un susto tremendo —dijo ella, sus ojos se achicaron, mientras fingía estar serena regalándome una pequeña sonrisa.
— ¿Qué ocurrió? —hablé por primera vez, mi voz salió algo rasposa, y solté apenas un audible gemido causado por el estirón que sentí en la garganta.
—Te trajeron de emergencia —dijo, con tono preocupado—. Y... te sometieron a una operación.
Fruncí el ceño, sin entender una sola palabra.
Recuerdo haber estado pidiendo ayuda en silencio, recuerdo sentir como se adormilaba mi cuerpo y haber perdido las esperanzas. Creí que iba a morir.
—Cuando llegaste al hospital estabas muy grave y... —Su voz se quebró de pronto—, afortunadamente encontraron un donador, Amelia.
Mis labios junto a mis ojos se abrieron a la par por la sorpresa, un extraño sonido se me escapó de la boca. No podía creerlo. De nuevo sentí esa sensación de debilidad y tuve que recostarme en la cama de hospital mientras intentaba procesar las palabras de mi mamá.
Me obligué a bajar la cabeza hasta mi pecho, con un extraño temblor en mis manos apreté la mandíbula y estiré aquella bata blanca que tenía encima para dejarme ver lo que esperaba ver. Ahí estaba, mi pecho cubierto por gasas y ese adhesivo quirúrgico blanco que muchas veces me causaba ampollas, nunca me emocionó tanto verlo en mi piel como en aquel momento. Mis ojos se llenaron de lágrimas tan pronto que la realidad me golpeo, recibí el dicho golpe con gusto, dejando escapar un sollozo. Miré a mi madre y ella me regaló una sonrisa dulce mientras que, con una mano acarició mi mejilla mojada.
—Tengo un nuevo corazón... —dije, sin poder creerlo aun.
Entonces, fui consiente del dolor soportable que sentía en mi pecho alrededor de la incisión. Estaba tan feliz que ignoré eso por completo.
Se me apeteció gritar, salir de esa dura cama y bailar hasta más no poder, pero no me sentía con tanta energía como para hacer ese show. Entonces, recordé lo que me había dicho Keelan acerca de que no sabia cómo conseguiría un corazón, pero que estaba muy seguro de que lo haría.
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Un corazón para Amelia
Novela JuvenilLa vida es un completo misterio, suceden cosas que no podemos explicar, algunas buenas y otras desafortunadamente no corren con la misma suerte. ¿Crees en el destino? ¿En las casualidades? ¿Suerte, tal vez? Keelan Harris solo cree en los accid...