Capítulo 22

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Capítulo 22:

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16 de Mayo.


Miré a mi alrededor y era extraño no ver a la castaña de ropa rara sonriéndole a los clientes, caminando de un lado a otro con el ceño fruncido y tratando de verse amable mientras niños caprichosos le hacían perder el tiempo.

El doctor de Amelia le había prohibido hacer cosas que pudieran cansarla o estrésarla y es por eso que renunció pocos días después.

Hice mi trabajo lo mejor posible y me dediqué a sólo pensar en servir mesas mientras terminaba mi turno.

No había visto a la castaña en toda la semana, ya casi eran los exámenes finales y el sábado tendríamos la primera competencia que nos llevaría al campeonato.

Toda la semana había sido un desastre y quería ver a la chica americana. Ese día la vería al fin y estaba algo nervioso.

Mi turno terminó y me dirigí a mi auto lo más rápido posible. Conduje hasta su casa y antes de avisarle que estaba ahí, me detuve para arreglar mi cabello, acomodé mi camisa, busqué en mi bolso una loción que Kate me había regalado para mí cumpleaños numero dieciséis, y me la rocíe encima torpemente. Le eché una última miradita al auto para cerciorarme que estuviera todo ordenado. Entonces, le envié un mensaje que la estaba esperando y apareció en pocos minutos.

—Hey. —Saludó, en cuanto entró al auto—. Todavía me confundo de dónde está el asiento del copiloto en este país. —Soltó una risita—. Me causa mucha curiosidad, ¿por qué es así?

—Cosas de británicos. —Me encogí de hombros.

—¿A dónde iremos? —preguntó, al cabo de unos segundos.

—Oye, ¿una semana sin vernos y sólo me preguntarás a dónde iremos? —bromeé.

—Eres un fastidio, Keelan. —Se mostró divertida.

—Tal vez, pero soy el fastidio que te gusta —le dije, y no pude evitar reir por su expresión.

—No te soporto. —Rodó los ojos con diversión y me dió un golpecito en el hombro.

Amelia me tomó del brazo y me acercó a ella, por un momento no supe cómo reaccionar, me quedé estático esperando a su próximo movimiento. Ya cerca, pegó sus labios a mi mejilla y sentí cuando sonrió en mi piel.

—Hola. —Saludó de nuevo.

La miré sin saber que hacer. Carraspeé antes de hablar:

—Hola. —Traté de ocultar mi nerviosismo.

—¿A dónde iremos? —Volvió a preguntar.

—Donde quieras, hoy mandas, yo conduzco.

Pareció emocionarse por la idea y se tomó su tiempo para pensar.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora