Capítulo 29

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Capítulo 29:

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05 de Junio.



La piel pálida de Amelia relucía en el asiento del copiloto, el sol acariciando su rostro. Una pequeña sonrisa adornaba sus lindos labios, mientras apoyaba la cabeza en la ventana de mi auto. Luciendo cansada aún podía percibir en ella esa paz que siempre transmitía.

Llevaba una gran sudadera gris con unos jeans gastados, zapatos deportivos negros y su cabello suelto y desordenado brillaba por el sol. Para muchos podría parecerles una chica simple, pero para mí era todo, lo mejor que tenía.

Sonreí al mirarla de reojo, ella tarareaba una canción. Pensé que todos deberían de tener a una Amelia en sus vidas, y me sentí jodidamente afortunado porque yo era el único que tenía ese privilegio.

Detuve el auto.

—¿Dónde estamos? —preguntó, mirando su alrededor.

Antes de responder me volví hacía ella.

—Hoy aprenderás a conducir —anuncié.

—¿Te has vuelto loco, acaso eres un suicida? ¿Quieres morir?

—Vamos, es fácil.

—Sé que moriré pronto, pero no quiero que sea hoy. —Intentó bromear, pero la miré mal. Soltó una risa pesada antes de darme un leve empujón—. Solo bromeaba, tranquilízate un poco.

—Como sea —Suspiré—, hoy vas a conducir. —Le entregué las llaves.

Me miró dudativa. Frunció el ceño cuando tomó las llaves, pareció pensar algo antes de hablar.

—¿Cuándo me ibas a decir que sabías de mi lista? —preguntó de repente.

Tragué grueso, estaba muy sorprendido. ¿Qué se supone que le diría?

—¿De qué hablas? —Fingir demencia era mi mejor plan.

—No te hagas el idiota, Keelan. —Bufó—. Sé perfectamente que me has estado ayudando con esa tonta lista.

—Esta bien, sí lo he estado haciendo. —Me rendí en cuanto me dedicó una mirada interrogativa— ¿Cómo te enteraste?

Ella soltó una corta carcajada.

—Dejame decirte que eres pésimo con las mentiras —dijo—. Aquella noche que me llevaste a mi casa me di cuenta de que mi cuaderno no estaba, y como arte de magia apareció al día siguiente en mi bolso cuando estaba en el trabajo.

»Y para aumentar más mis sospechas, apareciste invitándome a una fiesta. No soy tonta, Keelan, ¿la pizza gigante? Sé que me has estado ayudando.

Sonreí avergonzado, ¿tan obvio era todo el tiempo?

—¿Te molesta que lo haya hecho? No tenía idea de nada, sólo quería ayudarte, luego Wanda me contó la verdadera razón de porque lo hiciste.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora