Epílogo

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Bajé del auto en un movimiento lento y vacilante. Me mordí el interior de mi mejilla al ver lo que me esperaba al frente.

La casa de Keelan Harris ya no parecía la misma. Un letrero en el jardín avisaba que la casa estaba en venta y un manto de soledad estaba encima de ella.

Había pasado dos meses, dos largos meses desde la muerte del castaño y de que su corazón fuese colocado en mi cuerpo. Ya estaba recuperada de la operación y la incisión sanaba muy bien.

Estaba completa ahora, sin embargo, sentía esa sensación de vacío desde que él se fue...

Las cosas desde entonces cambiaron mucho. Se podría decir que lo sucedido nos dio un vuelco de ciento ochenta grados a todos; para empezar, los padres de Keelan se separaron al mes y dejaron el hogar donde pasaron muchos años de su vida, Kate fue internada ya que lo que vivió esa noche fue muy traumático, Logan no fue a la universidad y yo... yo me limitaba a existir en mi habitación como una chica con una vida deprimente.

Llegué a la entrada, con el nerviosismo a flor de piel. No entendía el motivo ya que, lógicamente no enconaríamos nada que me hiciera sentir tan nerviosa. Logan le echó una ojeada a la estancia que, en ese momento estaba vacía y polvorienta, mientras yo permanecí en la puerta debatiéndome internamente si poner otro pie para entrar definitivamente.

—Lee ha dicho que las cosas están en su habitación —dijo, posando sus ojos verdes en mi cobarde ser.

Asentí, con un suspiro, dando el último paso al fin.

—Vamos. —Me atreví a decir, y con un movimiento valiente subí las escaleras, seguida por Logan.

El amigo de Keelan llegó a mi casa esa mañana para decirme que Lee le había dicho que podíamos ir a su antigua vivienda para tomar algunas pertenencias que tal vez queríamos guardar de su hijo. Según Logan, el hombre estaba desbastado y no se atrevió a tocar aquellas cosas o tirarlas a la basura.

Por un segundo estuve dispuesta a rechazar al moreno, pero necesitaba ir, quería darle una última despedida.

Luego de salir del hospital, le exigí a mi familia que me contaran todo lo que pasó, ya el dolor no me importaba. Sólo quería saber la verdad. Mi mente estaba confundida, sin entender cómo el corazón de mi novio llegó a mi cuerpo.

Me enteré de Tyler, lo que le hizo a Kate y de que Keelan la defendió. Me enteré de que él murió prácticamente al instante, y ya para cuando llegó al hospital no pudieron hacer nada. Mi sorpresa mayor fue cuando mi hermano me dijo que antes del viaje a California Keelan había firmado una autorización para convertirse en donador, fue por eso que a mi llegada al hospital los doctores notificaron que un corazón estaba libre para mí. Su corazón...

Mi ojos viajaron a la habitación que le pertenecía a esa persona importante, reprimiendo mis ganas de llorar, me adentré en el lugar con las manos apretadas.

Era el único lugar de la casa donde todo parecía estar en su lugar, excepto por las cajas que guardaban las pertenencias del muchacho que una vez fue dueño de ese cuarto, sin embargo, los muebles estaban posicionados de la misma forma que estaban antes y la cama estaba tendida con esas sabanas opacas que muchas veces le dije a él que quitara.

Caminé por el reducido espacio, intentando no tocar nada me senté en el suave colchón con los brazos a mis costados. Observé a Logan revisar las cajas en silencio, mientras me dediqué a detallar cada cosa de mi alrededor. Podía jurar que aun olía a esa rara mezcla de lavanda que tanto le gustaba su madre, mezclada con el perfume masculino de Keelan.

Cerré los ojos por inercia, recordando su aroma.

Sentí el peso de alguien sentarse junto a mí, haciéndome pegar un brinco de asombro y abrir los ojos de inmediato.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora