Capítulo 04

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Capítulo 04:

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25 de marzo.

—¿Qué haces?

Me volví para encarar a la persona, y no pude evitar sorprenderme.

—Eh, Hola. —Lo único que pude decir al instante. Amelia me miró con una expresión un poco divertida.

—¿Asustado, Potter?—-bromeó, sorprendiéndome aún más.

—Sólo... estaba adelantado un ensayo antes de que termine la hora de descanso —expliqué, mi voz salió un tanto extraña. Quería golpearme contra la pared por ser tan idiota.

Amelia se acercó a mí, con el entrecejo fruncido, ojeando mi patético ensayo de literatura.

—Si quieres puedo ayudarte. —Se ofreció sin más. Quedé boquiabierto, no sabía que decir por un momento.

—Oh, claro, bien —contesté, con nerviosismo.

—Hoy tomaré tu oferta de llevarme a casa y podremos mejorar ese ensayo —dijo, con una leve sonrisa—. Pero tendrás que prometerme que no nos matarás.

Solté una carcajada que también salió extraña.

—Prometido.

Después de eso, cometí muchas torpezas todo el día, no paraba de sentirme nervioso. Amelia me parecía rara, pero tenía tanta curiosidad en saber que era lo que ocultaba.

Al terminar nuestra jornada de trabajo, esperé a Amelia en el estacionamiento. No dejaba de moverme con nerviosismo, mientras me repetía que debía actuar natural.

No seas torpe, Harris. Me dije.

Al cabo de unos segundos, ella se subió a mi auto sin decir ni una sola palabra, yo tampoco lo hice, así que todo el trayecto a su casa fue en silencio a excepción cuando me daba indicaciones. Traté de conducir a una velocidad considerable para que no pensara que era un loco irresponsable.

—Bien, este es mi dulce hogar. —Movió los brazos de una manera dramática mostrándome su casa.

Era normal. Un jardín normal, ventanas normales, todo normal.

—No tengas miedo, mis padres trabajan y seguro sólo se encuentra mi hermano —dijo, antes de abrir la puerta—. Él suele decir muchas cosas, pero no te las tomes en serio, es un patán.

Asentí no muy convencido.

En cuanto estuvimos dentro de la casa, reparé a un chico en ropa interior con un tazón de frituras en su regazo mientras le gritaba barbaridades a la tv. Fruncí el ceño sin poder evitarlo. El hermano de Amelia se percató de que nos encontrábamos de pie a pocos centímetros de él, y dejó de prestarle atención a la tv para verme específicamente a mí.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora