Capítulo 26

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Capítulo 26:

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20 de Mayo.

Pasaron unos cuarenta minutos, me senté en el suelo con las piernas cruzadas, miraba a Keelan nadar de un lado a otro con una agresivada un tanto inquietante. Exhalé, escuchando el sonido que creaba al agua con los movimientos de Keelan.

Estaba exhausta, quería ir a casa y dormir todo el día. Necesitaba recuperarme por lo que había visto hace rato. Keelan no parecía ser un muchacho agresivo, pero tuve mucho miedo, no quería que el otro chico le volviera a romper la nariz o que Keelan hiciera algo malo. Podía ver en su mirada una pizca de maldad, como apretaba los puños hasta que sus nudillos quedaban blancos, parecía querer soltar algo con cada golpe que le daba a Lucas. No era el Keelan Harris que conocía.

Solté un último suspiro, levantándome con determinación y levante la barbilla para no parecer un ratoncito asustadizo.

—Keelan. —Lo llame, esperé unos segundos y lo volví a llamar. No estaba segura si podía escucharme o sí estaba tan absorto que ni se acordaba que estaba allí.

Unos segundos después, se detuvo, mirándome con desconcierto. Yo por el contrario trate de verme lo más seria posible.

—¿Qué? —Fue lo único que salió de su boca.

—Saldras de esa piscina y hablaremos. —determiné, sin tanto rollo.

Lo vi fruncir el entrecejo, pero no lo dejé decir nada.

—Sé que escondes cosas, no te quiero exigir que me digas, pero sé que ocultas cosas, y eso no ayudará nada con tus ataques de pánico.

—Amelia, yo...

-Por favor, sólo sal de ahí. Te dije que quiero ayudarte y eso haré, te ayudaré en lo que pueda y si en algo no puedo hacer nada buscaremos una solución, ¿bien? —propuse, traté de hablar con calma.

Se tomó unos segundos para asentir. Llegó hasta mí, mirándome de una manera que no entendí al instante.

—Yo no... yo no tengo nada que decir. —Estaba mintiendo.

Por alguna razón, lo conocía, sé que se guardaba cosas, sé que en su mente algo lo fastidiaba. Le dice señas para que se sentara conmigo en el suelo.

—No soy tu psicóloga ni pretendo serlo, pero me han dicho que si sólo sueltas lo que sientes te puedes sentir mejor. —explique.

Las comisuras de sus labios se elevaron formando una sonrisa burlona.

—No creo que sea así de fácil, Amelia. —dijo.

—Pues, vamos a intentarlo —insistí.

Soltó un largo suspiro, me observó por unos segundos, formando una fina línea con sus labios.

Un corazón para Amelia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora