Capítulo 33. El vandalismo que dejó a una reina y a un rey sin castillo

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El Castillo de Vil estaba ampliamente viscoso y descuidado cuando Carlos, Evie, Jay y Mal se pararon frente a él. El más pequeño suspiró con una mezcla de nostalgia y resignación y caminó hacia las puertas para buscar la llave, cuando para su sorpresa, la puerta se abrió solita al empujarla sin querer. Los otros se encogieron de hombros y se apresuraron a adentrarse detrás de él.

—Supongo que Cruella estaba tan emocionada por escapar como para dejar su castillo abierto, ¿verdad? —comentó Evie, apartando una rata con el pie como si fuese lo más normal del mundo.

—Puf, no sé si huele peor aquí o en el escondrijo de los duendes en la Fortaleza —atestiguó Jay.

Mal le dio un vistazo lento al castillo. No creía que hubiera cambiado casi nada desde la ultima vez que estuvo ahí; estaba la estatua en el corredor, las manchas negras en las paredes y el terrible armario de Cruella a su costado. Lo pasó de largo al igual que los demás y siguieron caminando.

—Es una suerte que Chad no esté aquí o estaría diciendo...

—... vaya, esto es horrible, chicos —completaron Mal, Jay y Evie, imitando el tono latoso del Príncipe Encantador Junior.

Evie sacudió la cabeza, aún con la sonrisa en la boca. Habiendo desaparecido por completo, se oyó un pequeño suspiro.

—Ben dijo algo así cuando pisó la Isla por primera vez.

—¿En serio? —preguntó Mal, perdiendo momentáneamente la risa en sus ojos. Carraspeó, antes de darle siquiera tiempo a E de contestar—. ¿Y ustedes qué creen de la Isla? ¿Les parece tan... horrible? —Los chicos se pusieron repentinamente serios—. Quiero decir, no solo en apariencia.

Mal volteó para mirarlos.

—Claro que no es el mejor lugar para que alguien viva —Carlos torció el labio—, pero es...

—... lo que nos tocó —Jay miró a Evie y Carlos alternativamente. Luego fijó su vista en Mal—. Pero no sé, no fue tan... malo. Nosotros cuatro sí que supimos divertirnos.

Mal se frotó el brazo, resoplando.

—Ese es el problema, el resto de la Isla no son nosotros. Ellos...

Pero la reina ya no siguió, porque tenía un reino que la estaba esperando. Su corazón también la esperaba. Pero recordó lo que vio rato atrás en las caras asustadas de la isleños y se preguntó por vez primera si la miserable y horrible Isla de los Perdidos no la estaría esperando también. A Ben y a ella.

Volvió a mirar a los tres VK's y ladeó la cabeza.

—Venimos a otra cosa. ¿Carlos?

Sin embargo, Carlos, Evie y Jay permanecieron quietos como estatuas, contemplándola. Mal no pudo evitar percatarse que era la segunda vez que pasaba eso desde que despertó. Se le escurrió una extraña sensación en el pecho.

—Eh, ¿Carlos?

El chico asintió lentamente y procedió a abrir con cierta maña una puerta que daba hacia un patio trasero muy amplio. Allí descansaba una casa del árbol abandonadísima, pero que tenía cierto estilo. Era casi bonita, a decir verdad.

La casa («laboratorio científico») de Carlos de Vil.

En breve, los cuatro, uno por uno, ya estaban escalando la escalera hecha de cuerdas hasta llegar arriba. Cuando Mal, Evie y Jay arribaron, Carlos ya tenía la cosa que habían ido a buscar en las manos. Era una caja pequeña, pero no era cualquier caja, se trataba del artilugio científico que los terminó llevando hasta el cetro Ojo de Dragón de Maléfica años atrás y que ahora necesitaban que rastreara algo más.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora