Capítulo 3. Un dúo con pocas limitaciones

717 38 86
                                    

No para todos había sido un mal día; pero no significaba que no se preguntara, ¿por qué lo hizo? ¿Por qué no se dieron cuenta de lo que quería hacer? ¿Había la posibilidad de que pudiera existir algo razonable para justificar por qué se fue?

—¡Jay! defensiva —le gritó el entrenador con el silbato a pocos centímetros de la boca. Con los ojos bien abiertos y la mano señalando a un jugador contrincante, Jay pensó que ese día especialmente no estaba haciendo las cosas bien.

Pero él a comparación de los demás no se iba a poner sentimental, no iba a recordar a su amiga Mal como algo lejano. Jay podía ser agresivo, poco amistoso y burlón, pero aún creía en la esperanza de que ese día algo pasó, algo "justificable". Los Caballeros de Auradon estaban entrenando para la semifinal que sería en pocos días, por esa razón se les exigía mucho más que otro día en el campo de Tourney.

Al terminar el entrenamiento, Ben y Chad se le acercaron con un semblante más que cansado. Ambos tomaban agua de sus botellas. La camiseta de Jay estaba pegajosa por el sudor que habían soltado. Por el otro lado, las gradas estaban vacías y era muy raro que fuera así. Sin falta alguna asistía el grupo de los obsesivos; que en sí, son los que están como su nombre lo dice: obsesionados con el juego de Torneo. Hoy sí que es un día de locos, pensó Jay mientras se deshacía de la protección del informe.

—¡Qué bien jugaste hoy, amigo! Deberías mostrarme la próxima —se burló Chad con una sonrisa cínica dibujada en el rostro.

Jay sabía que no era mala onda, pero todavía seguía aguantado los impulsos de darle una bofetada. Chad podría haber cambiando, pero el chico rubio e ingreido todavía estaba por ahí escondido en alguna parte.

—Te debería mostrar cómo cuidar tus palabras, principito —bufó Jay con recelo. Pero al desviar la mirada hacia Ben, supo que no era el momento. Éste fijaba la cabeza gacha y estaba encorvado. No era digno de él—. ¡Hey, amigo!, verás que nos divertiremos hoy en la noche, nada mejor para olvidar, ¿no?

Ben hubiera dicho que no, pero no tenía ánimos, ni para negar, ni para postrar una sonrisa falsa en el rostro.

Para nada.

—Seguro —respondió poco convencido—. Tengo que irme. Ya saben, deberes de rey—avisó caminando cuidadosamente hacia atrás.

—Espera, Ben, ¿puedo hablar un segundo contigo? —El rey asintió. Chad seguía ahí y con una mirada furtiva se dirigió a Chad— ... A solas

Chad le lanzó una cara inexpresiva y se alejó un poco hacia la banca, disimulando guardar las cosas en su mochila. Sin embargo, ser ratero a Jay el dejó bastante cosas: ser astuto. Así que casi musitando habló.

—Ben, ¿quieres hablar? Ya sabes, sobre...

—¡No! —Agachó la mirada y continuó— Jay, después de la reunión me iré.

—¿Irte? Pero, ¿adónde? —preguntó Jay atisbado.

Efectivamente era lo que creía, Ben se había tardado en decidirlo. Se iba para escapar de sus problemas. De todas formas, él podía dirigir el reino desde cualquier parte de los Estados Unidos de Auradon, no tenía la obligación de quedarse. Solo quería y necesitaba huir de sus problemas lo antes posible.

Ben era un chico que solía afrontar cualquier cosa; un ser humano extraordinario, pero eso no servía de nada cuando tu corazón ya no pertenecía a dónde estás. Jay sabía que el corazón de Ben no pertenecía donde Mal no estuviera. ¿Cómo culparlo? Intentaría comenzar una nueva vida, así como Mal ya lo había hecho, seguro.

—A los demás les diré después. Pero mientras, no les digas a los chicos —dijo Ben.

Antes de que Jay pudiera seguir llenándolo de todas las preguntas depositadas en su cerebro, Ben rápidamente huyó del cuestionamiento del villano. Seguro que Jay no quisiera estar en los zapatos de su amigo. Una cosa es vivir sin la mujer que amas, otra es ser abandonado por esa mujer que elegiste amar.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora