Capítulo 17. Las Gangas es el hogar

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Ya habían pasado tres días desde que Evie les avisó que pronto volverían a la Isla de los Perdidos. Ben y Mal estaban acostados en la cama en la que por dieciséis años perteneció a Mal, pero que para ese momento la chica pelimorada consideraba que pertenecía a los dos. Al fin y al cabo, quizá la Isla de los Perdidos ya se había vuelto un hogar para ellos en los últimos días.

Mal sobre el pecho de Ben, se tocaba su anillo y sonreía. Le gustaba pensar en que pronto podía hacerse realidad su sueño. Quería ser la esposa de Ben, no importaba qué tuviera que afrontar en Auradon, quería ser la chica que Ben viera cada mañana al despertar y que él tuviera la certeza de que le pertenecía a ella y solamente a ella.

Mal se levantó y vio a Ben.

—Ellos estarán bien, ¿cierto?

Su intuición le dijo que tenía que abrazarla, así que acomodó los brazos alrededor del cuerpo de su prometida y respiró hondo. Bajó una de las manos a su cintura. Mal se acojinó más en el hombro de Ben. Miró a su alrededor y comprendió que necesitaba a Evie, sus consejos y porque le agradecía el empujón que siempre le dio para estar con Ben. Ella era su mejor amiga. Luego en Jay y Carlos. Ambas la sacaban de quicio, pero solo al momento, pues siempre lograban hacerla sonreír con sus bobadas y con el hecho de que siempre la cuidaban de Ben.

Ben acercó sus labios a su oído y le susurró:

—¿Qué tanto podría hacer un patético Hombre Sombra con su grupo de villanos contra Mal Igna y los fantásticos héroes de Auradon?

—Es verdad, ¿no? —Mal rió, asomándose un poco a ver los hoyuelos de su prometido.

—¡Claro que sí! —y la hizo rodar con él para darle un beso tremendo.

La chica no paró de reír por dentro. A continuación, ambos se quedaron mirando el techo.

Reflexionó una vez más en el lugar en el que estaba. Estás en el Castillo de las Gangas, con Ben.

—Vamos, amor. Sé perfectamente qué te gustará hacer —La tomó de la mano y la ayudó a bajar de la cama.

—Me gustaría perseguir a alguien.

—¿Perseguir a alguien? —Mal movió la cabeza de arriba abajo.

—Eres traviesa, mi amor —le dijo y ella esbozó una gran sonrisa—, pero se te acabaron las opciones en esta isla, así que tendrás que conformarte con el lugar al que te llevaré.

La jaló hacia él y se puso una mochila sobre la espalda.

—¿Para que necesitas eso, príncipe?

—Ya lo verás, hermosa.

Ben le dio un beso en la frente y se encaminaron a salir del Castillo de las Gangas.

En el camino, ambos se quedaron pensando en los últimos tres días. Y tan real como si pasara en ese momento, recordaron el día en que salieron de las Catacumbas Infinitas sin hablar demasiado.

Una hora más tarde, ya se encontraban parados al pie del Castillo de las Gangas. Mal sacó de nuevo el montón de llaves. Al principio parecía que jugaba con ellas y que en realidad no sabía cuál era la correcta, pero le brilló la mirada cuando acertó con la adecuada. Veinte segundos después, Mal se echó para atrás al ver la horrorosa imagen que tenía ante ella. Prácticamente no había nada. Solo unos que otros muebles. Cuando Haizea aseguró que Jafar había vendido todo, en verdad no mentía.

En un momento casi tropezó con Ben, pero él la paró a tiempo. Mal se llevó la mano a la boca, en un intento por no exclamar un terrible grito de sorpresa. Impresionada sería poco, puesto que el castillo tenía mismo olor, la misma sensación y el mismo aspecto de la última vez que estuvo allí. Al ver su habitación, a Mal le llegó una nostalgia terriblemente maligna.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora