Capítulo 40. Érase una vez el que dejó de encogerse

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Canción del capítulo
Roar | Katy Perry

Jay

Al hijo de Jafar no se le pudo ocurrir un encuentro familiar más inoportuno que ese. A su padre se le ocurrió emboscarlo justo cuando la Isla de los Perdidos se desmoronaba y lo peor del caso es que no había sido a él solo.

En parte entendía por qué los isleños estaban tan renuentes a salir. Estos fueron amenazados por los villanos para atraer a Evie, Carlos y a él con engaños. Pero era tan grande el pavor en sus caras sucias como para culparlos. 

Evie se encontraba a unos pasos de él, siendo gravemente regañada por la Reina Malvada por tonterías como su cabello mal mantenido y su cara deprimentemente pálida y Cruella de Vil, bueno... tenía a Carlos cargando sus abrigos, como si no hubieran pasado años desde que su hijo dejó el Castillo de Vil y sus despreciables tratos y quisiera recordárselos. El chico ya no se veía como un chiquillo encogiéndose ante la imperiosa Cruella, pero tampoco era capaz de responderle de frente y sin temor como a Madam Mim.

—Olvídenlo. Se han hundido en el mar —comentó Jay con desenfado.

Su padre le puso el brazo sobre los hombros.

—Vamos, hijo. Es esto lo que siempre hemos soñado. ¿Cuál es la regla de oro?

—¿No secuestres a tu hijo por un talismán que ni siquiera está aquí?

Jafar tenía una línea imposiblemente recta en los labios.

—Te has vuelto aburrido con los años, Jay. ¿Qué es eso de que en los amigos está la riqueza? ¿Cosas de bufones?

La Reina Malvada interrumpió.

—Además, muchachito, Úrsula es una bruja y no siente la presencia de la energía de los túneles en las aguas. No se han hundido.

—Ya lo dijiste tú, madre, los que no han sido reclamados —le replicó Evie inteligentemente, bastante convincente, a decir verdad.

—Qué pena que ese rey y reina suyos fueran demasiado estúpidos al mandarlos a resguardar aquí mismo. Menos mal que Úrsula se ha encargado de ellos —ladró Jafar.

Jay, Evie y Carlos enarcaron las cejas. ¿Encargado... de ellos?

—No pongas esa cara, princesa. Luego de que saques el talismán por mí, podrás tomar cualquier reino que quieras para gobernarlo y elegirás entre una larga fila de pretendientes un príncipe digno de ti —le dijo la Reina Malvada con dulzura—. Y tendremos ese castillo que tanto hemos querido.

Jay observó en el rostro de Evie todo un abanico de emociones. Eran muy irónicas la carta de Evie y la Reina versus la de Cruella y Carlos. Su padre y él nunca estuvieron ni en un lado ni en el otro. Lo único que compartían ya se había perdido: su complicidad con el dinero y los robos.

Casi lo extrañaba.

—Pueden hacernos lo que quieran, pero ni en mil años les diremos dónde están los talismanes —las palabras sonaron tan tempestuosas en la boca de Carlos, aunque Jay se fijó en que no miraba a su madre al decirlo.

—No ocupamos mil años ni que nos lo digan, inútiles —declaró Cruella con la típica sonrisa de villana de «oh, yo sé algo que ustedes no, ja ja ja». Casi resultaba molesto ser un héroe en ese momento, pues la villana les mostró el mapa que Mal había extendido para ellos unos días antes en el casa del árbol de Carlos.

Pero Mal nunca dejaría que se lo quitaran, a menos...

Tragó saliva.

Acababan de pasar el Rincón de la Muerte y ahora iban en dirección a la zona el Camino de las Calamidades.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora