Capítulo 4. Verdades tan escondidas como la torre de Rapunzel

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Sin o con todos los motivos del mundo, Carlos lo tenía que decir. Tenía que...

Se oyeron golpes desde afuera. Estaban golpeando a la puerta. Enseguida, Carlos sintió algo similar a alivio. Quizás decirlo en ese momento no serviría de nada. ¿Qué se ganaba? Lo mejor ahora era dejar atrás todo el pasado. Con eso quería decir TODO en absoluto.

Jay compuso una expresión de confusión. Pero no se quedaría así, la platica seguiría después. Se dio media vuelta y se encaminó hacia la puerta. Giró la perilla y al abrirla, se dejó ver a Evie Queen.

—En unos minutos empezarán a llegar todos —explicó aventándole a media cara el abrigo a Jay, mientras se adentraba al cuarto—. Ah, por cierto, quizá venga Marlene.

Jay que segundos atrás estaba masajeando su herida, se sobresaltó al escuchar el nombre de Marlene. Ella era la hija de Mérida. La heredera a gobernar en el reino de sus padres. Estaba en la clase de Jay y cuando Audrey se negó a salir con el hijo de Jafar...., Bueno, su segunda opción fue esa chica.

—¡Jay, deja de estar babeando y mejor asegúrate de recoger aquí! —ordenó mientras miraba todo el desastre alrededor—. Es un asco, chicos.

—¿Qué? —soltó Jay con cara inocente—. Hazlo a tu modo y yo lo haré al mío —Al oír lo que dijo, recordó aquel día que llegaron a la Academia Auradon. Ésa misma frase se la mencionó a Mal.

Intentó no hacerle caso a la punzada que se le presentó en el estómago.

Evie rodó lo ojos. Posteriormente los tres comenzaron a preparar la reunión. Las botanas, hacer más espacio, poner luces. Evie estaba muy exigente con que todo saliera excelente; ella quería muchísimo a sus amigos y necesitaba que por un momento olvidaran lo que se cumplía. ¿Y qué mejor que una reunión?

—¿Qué tal, amigo? —inquirió Chad, depositándole golpes amistosos a Jay en el pecho—. Escuché que ahora eres el líder del equipo. Me da tanto gusto por ti -dijo con una expresión poco honesta.

Al hijo de Jafar una simple sonrisa no lo convencía, Chad se moría de la envidia. Éste entró junto a unos amigos por detrás de él. Evie al ver la escena se acercó con una cara de pocos amigos al hijo de Cenicienta. Estaba rabiosa.

—Te dijimos que no trajeras a nadie que no fuera amigo de Ben -Evie entre dientes, le dedicó una sonrisa falsa a los invitados—. ¿Acaso quieres que te lo recuerde?

—Vamos, preciosa, solo son unos cuantos —aseguró.

—¡NO ME DIGAS ASÍ! —gruñó—. Pero está bien. Es la última vez que te la paso, Chad —amenazó—. En serio.

Doug llegó unos minutos después que Chad, quien fue directamente a saludar a su prometida. Sin embargo, se imaginó ver a una Evie más alegre. Pero con lo que se encontró no fue muy placentero. La chica peliazul miraba hacia abajo por la ventana. Sus ojos parecían cristalizados. Cuando llegó junto a ella, Evie no había sentido su presencia, hasta que la tocó delicadamente por lo hombros.

Ella se giró enseguida.

—Es Ben, -mencionó— creo que no vendrá. Yo solo quería que se la pasara bien y que quizá sonriera un poco. No lo ha hecho en meses, cariño.

—Ya vendrá —afirmó estampándole un beso en la frente. Ella lo abrazó un instante—. Además, aún es temprano.

—Tienes razón, cariño. Siempre la tienes —dijo a Doug con una sonrisa. Él se la devolvió—. Es que pienso que nos debe el estar aquí. ¿Me entiendes?

—Sí, pero no podemos culparlo. Él no decidió por Mal. Ella misma me lo dijo —confesó a Evie. No tardó mucho en percatarse de la tontería que acababa de decir—. Amor...

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora