Mɪ Bᴇʟʟᴀ Dᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇ

Capítulo 41. Yo y lo que quiero hasta la médula

Canciones del capítulo
La Canción de Evie | Pablo Flores Torres feat. Hitomi Flor
Never Surrender | Liv Ash
Hero | Ruelle

Este capítulo lo quiero dedicar a todas aquellas personas que están volviendo a releer la novela, shockeándose, estoy segura, por todo lo nuevo. Estamos cerca 😍🤯😬😬

❦

Ben hizo correr a Mal hasta la entrada de la Isla de los Perdidos, lejos del conflicto entre la Bruja del Mar y su hija.

Mal enfocó la vista en la batalla y él la imitó. Uma se encontraba de frente a su madre, con el brillo fulgurante de su collar agitando las aguas, como si supiera desde ya lo que tendría que poner de su parte para que su actual ama ganara, mientras Úrsula movía los tentáculos, inclementes, sin decir o hacer nada.

Su esposa se mordió el labio, inquieta.

Puso las manos de Mal en su pecho, mientras la envolvía con la ternura más grande en medio de ese desastre que parecía lejos de terminar.

Ella lo derritió apenas concentró sus hermosos ojos en él.

—Mal. Esta es su lucha, no de nosotros —desvió la vista un segundo—. Tenemos otra ahora mismo.

Aludió a la Isla.

Mal ya no dudó en entrar.

El agua les llegaba un poco más abajo de las rodillas. Fue a la vuelta donde encontraron a Audrey, agazapada detrás de una estatua que le faltaba media cabeza, pero estaba segura que antes había sido Cruella de Vil por un raro bulto colgado del hombro que suponía era un abrigo.

—Tienes que venir con nosotros —le dijo Mal al darse cuenta que Ben no le iba a decir nada.

Audrey abrió los ojos grandemente, asustada.

—Esta Isla... —empezó Audrey, tragando saliva. Miró alrededor—. No es... no está...

—¿Bien? —completó Mal por ella—. No, no lo está. Por eso estas personas que siguen aquí deben salir y por eso no podemos estarte cuidando todo el tiempo. Tú eres una y ellos son cientos. Tu vida no vale más que la de ellos, ¿lo entiendes?

Audrey asintió, raramente con un ligero titubeo. La notaba con una mirada extraña, escudriñando de vuelta.

Mal le indicó a la chica que caminara. Audrey hizo una pequeña mueca de entre repulsión y vergüenza y obedeció. Ben vio que Mal devolvió la vista al puente, pero él frotó la mano sobre su mejilla y ella se rindió.

—Lo sé, ella querría que los salváramos. No es tan Calamarita como pensé —dijo con una sensación bonita en el pecho.

—Ni tú chica que deja atrás como ella pensó.

Mal sonrió y puso toda de sí en despejar el camino, reteniendo el agua a los lados. Y lo logró. Entonces se echaron a correr.



Los gritos se oyeron incluso antes de avistar las casuchas. Los reyes fruncieron el ceño y se detuvieron, pero inmediatamente entendieron que no eran los aldeanos yéndoseles encima. Era un disturbio distinto. Se acercaron más.

Una chica de deslumbrantes cabellos azulados se encontraba en lo que asimilaba un trono improvisado cargado por dos aldeanos corrientes, mientras ella disfrutaba como si contemplara el espectáculo más entretenido de todos a la gente alabándola. La imagen los dejó tan pasmados y asqueados que no decidían si era mejor quedarse o volver a los amenazantes tentáculos de Úrsula.