Capítulo 27. El amor de mi vida

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𝓜𝓪𝓵 𝓷𝓪𝓻𝓻𝓪 𝓪 𝓑𝓮𝓷

Las trompetas comenzaron a sonar.

Del brazo de tu padre, era acompañada al altar, donde con una cara de contemplación no me quitabas los ojos de encima.

Todos los presentes guardaron silencio, con un aire de conmoción y alegría llenando la catedral. Las paredes estaban especialmente adornadas de una manera sofisticada y elegante, con los colores principales: azul y morado, los cuales parecían haber sido elegidos para la más memorable ocasión.

Un coro comenzó a cantar.

Los rostros de los invitados eran de ternura. Mientras yo pasaba por la alfombra, le sonreía a cada persona que me veía pasar. Ellos hacían alguna especie de reverencia que no creo haber visto nunca. Lo hacían de manera ordenada, lo que lo hacía ver más lindo todavía. Cuando llegué hasta la primera fila, me topé con mis amigos. No pude evitar saludarlos, pero lo hice de una manera tan estruendosa que provoqué que se oyera el ruido fuertemente.

Enseguida me percaté de ello y me llevé las manos a la boca.

—Lo siento —musité avergonzada.

Recobré la compostura.

Sin embargo, al regresar la mirada al frente, tu expresión era de un chico divirtiéndose con la manera en que su prometida se comportaba. Te sonreí y nos reímos juntos.

Mi mano suavemente fue a parar a la tuya, que la envolvió con gran suavidad y amor al arribar al altar.

—Cuídala, hijo, la chica que tanto esperaste ya está aquí —Asentiste. Tu padre me entregó por completo a ti—. Confío en que serán los mejores reyes que Reino Unido haya tenido nunca —Pero estabas fascinado viéndome, que tuve que darte un golpe en el pecho para que atendieras a las palabras de mi prácticamente ya suegro.

—Estoy seguro de eso, padre —contestaste.

Y me dejó contigo, ¿qué más podía pedir?

Me tocaste la cara y luego pasaste el brazo a mi espalda, en la pose típica de un príncipe. Besaste mi mano.

—Pequeña, has controlado mi corazón incluso desde antes de que llegaras a mí, imagínate cómo está brincando ahora mismo de lo cautivado que lo tienes.

—Mi apuesto príncipe —Rodeé con los brazos tú cuello y hice de mí misma la chica más romántica del mundo cuando acaricié mi cara con la tuya y con una sonrisa, demostré que mi corazón también era capaz de hacer los mismos trucos que el tuyo—. Aunque seas el rey, para mí siempre serás el príncipe que alguna vez repudié soñar.

—Cómo te amo, mi Mal —expresaste.

La sonrisa más bella del mundo se tejió sobre tu boca. Sonrisa que para mí es una droga que nunca quería dejar de ver. Esperaría el tiempo que fuera necesario con tal de poder admirarte sonriéndome así.

Ambos nos acercamos al lugar donde nos esperaba el Hada Madrina. A su lado había dos cúpulas que adentro guardaba dos coronas doradas, hermosas y majestuosas.

Eso me trajo a la mente lo que tristemente me estaría diciendo mi madre en ese momento.

Eres pura decepción. Como tu padre.

¿Por qué siempre que mi madre hablaba de la decepción de hija que le parecía nombraba a mi padre? ¿En algún momento esa hada del terror, llegó a ser tan débil para creer en el amor? ¿De verdad?

Tragué saliva y te miré fijamente. Me hiciste andar hacia los escalones delante de nosotros. Nos hincamos con cuidado. Nunca había sentido esa sensación. Se me revolvía el estómago mientras observaba la varita que le había pasado Bella al Hada Madrina. Eso me hacía pensar en todo, desde mi último día en la Isla de los Perdidos antes de conocerte hasta la coronación. ¿Sería una buena reina capaz de liderar un reino? Y peor o mejor aún, ¿de ser una buena esposa para ti, Ben? Y no solamente para un chico normal. Para el rey.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora