Capítulo 20. La chica de cabello púrpura

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Nota de autora:
Este fue uno de los capítulos de esta novela en el que puse
sin dudar todo mi corazón.
Y dado que estoy haciendo un alboroto con este capítulo, daré una dedicatoria. Se lo dedico a Angel-Hechizada. Tú lo pediste y lo mereces porque eres una total fan Beal 🙌💜

Canción del capítulo
The One - Kodeline

Ben

Muchas voces me susurraban al oído que regresara a la fiesta (ese tipo de voces que prácticamente son tu consciencia). No hice caso. Miré hacia los lados y no tenía idea de a dónde ir. Estaba enojado, muy enojado. Las palabras de Mal me hirieron a tal magnitud que sacó lo peor de mí. ¿Cómo se había atrevido a decirme que no la amaba y a decirme que me avergonzaba casarme con ella?

Por algo le di el anillo.

Caminé por varias calles pero no levantaba la cabeza, estaba encorvado mirando el suelo. Decidí ir a un lugar a donde a nadie se le ocurriría buscarme: a la limusina real. Por suerte traía las llaves, ya que Doug creyó prudente que yo las guardara. Abrí la puerta trasera y me deslicé por el sillón. Sabía que Evie estaría histérica por saber mi paradero y Doug solamente sucumbiría a su preocupación, sin embargo, me molestaba poder decirles algo que no sentía y ofenderlos.

Me acosté en el sillón y traté de cerrar los ojos.

¡Mejor me hubieras olvidado, así te ahorrarías la vergüenza de estar conmigo!

Giré hacia otro lado, pero de nuevo su voz volvía a mis pensamientos.

Me mentiste...

La elección de voz que usó para decírmelo estaba llena de decepción. Eso no lo olvidaría pronto. Me volteé hacia otro lado. Durante las horas posteriores venía a mi mente toda mi discusión con Mal, pero al final mis ojos se cerraron y me quedé dormido. No supe cuánto tiempo tarde en hacerlo, porque me pareció una eternidad.

Al despertar supe una cosa: tenía que buscar a Mal.

Me fijé en el reloj de mi muñeca y ¡vaya!, ya eran las doce de la tarde. ¿Cómo rayos había dormido tanto? Casi salté del asiento de un sobresalto. Mi corazón estaba palpitando muy rápido y entendí que me deberían estar buscando. Bostezando y con los ojos medio cerrados, busqué casi a tientas la palanca para abrir la puerta. La jalé bruscamente y salí corriendo de la limusina.

Mis palmas estaban calientes y mi pecho seguía retumbando en medio del cansancio. Me detuve para descansar y me agarré por las rodillas, evaporando mi aliento en medio del frío que se empezó a sentir en la Isla de los Perdidos. Estuve minutos en la misma posición y cuando al fin contuve la respiración y mi corazón dejó de agitarse, continúe la marcha, pero ya caminando en vez de corriendo.

¿Qué estaría haciendo mi Mal? ¿Seguiría enojada? Me la imaginaba sentada en algún rincón, arrojando piedras a la nada por lo frustrada que se sentía. Me la imaginaba maldiciéndome y decidiendo una y otra vez que quería olvidarme. Si la encontrara ¿me perdonaría? Volvería por lo menos a mirarme a los ojos. Creo que fue una tontería la razón por la que peleamos, pero en algún momento teníamos que haberlo hecho.

Al fin me dejé caer al suelo. Hundí mi cabeza en el hueco que hice en medio de mis brazos, pensando en ella; en su dulce mirada y en sus labios. En sus ojos. Y recordé nuestros momentos juntos.

—Mal, yo te dije que te amaba... ¿Y tú? ¿Sientes amor?

Tenía la esperanza de que me dijera que sí. De todos modos tenía que admitir que era muy deprisa para que fuera una realidad. Me miró fijamente, pero al final volteó la cabeza, como si presintiera que algo vería en sus ojos, algo que le aterraba.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora