Capítulo 35. Y dejaron de temer a la oscuridad y se abalanzaron

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Dedicado con todo mi cariño a xDBGirlWritterx y Angel-Hechizada . Chicas, las quiero mucho ♥︎

—Así que Audrey fue capturada —comentó Ben, luego de que a que Jay se le ocurriera abrir la boca y Mal le hiciera entrecejo un buen rato. Jay consideró que aquel gesto lucía casi gentil ahora que la chica parecía notablemente menos molesta con él.

—Maléfica se la llevó —respondió Jay.

—Pensé que estaba dormida junto al resto de Sleeptown.

Ben suspiró. Mal y Jay se observaron un poco.

La reina soltó un momento la mano de Ben y carraspeó. El chico la contempló atentamente.

—De hecho, ella no estaba en su castillo en ese momento. Ni siquiera estaba en Sleeptown.

—¿Y dónde estaba?

—Encerrada en una celda en Auradon —Él alzó las cejas, sorprendido—. Es decir...

—... que mi reina la encerró —captó rápidamente Ben.

Mal asintió y Ben devolvió su vista al frente, con un gesto de complacencia que ella no dejó de advertir. Llevaban un buen rato andando desde que a Mal se le ocurrió utilizar su libro de hechizos para trazar un camino en una de sus hojas a nada menos que la cabaña de la bruja de Mérida. No estaba convencida de que fuera a funcionar, ni siquiera si la cabaña seguía en pie (o incluso si la vieja bruja seguía viviendo ahí) pero tal como sucedió en la Fortaleza Prohibida, su libro de hechizos sirvió para algo más que un recopilatorio de conjuros en su mayoría malvados.

—Estamos por llegar —aviso Mal, viendo cómo sus huellas marcadas en la hoja estaban a nada del punto en que se suponía estaba la cabaña.

—¿Qué tal ese truquito, eh? —echó una miradita Jay al libro—. Ya no usas la voz.

Mal hundió hombros... No pasaron ni cinco segundos cuando Ben le puso las manos debajo de los ellos para detenerla al pararse frente a ella. Su expresión se paralizó.

—¿Estás bien con tu magia, pequeña?

Su expresión continuaba algo paralizada.

—Yo... eh...

No lograba producir más de dos palabras coherentes. Le encantaba esa nueva parte en su relación con Ben. Tanto que, si pudiera, en ese momento intentaría un nuevo truco solo para apreciar su reacción. Sintió un chispazo pasándole por el dedo mientras sostenía el cuaderno. Incluso consideraría hacer bailar a las ollas como su suegra presenció mucho años atrás.

—Hum... ¿Mal?

—¿Sí, Jay?

—¿Por qué tu libro me está atacando?

La pareja devolvió su atención al mundo en el que Jay existía y efectivamente el libro de hechizos lo golpeaba repetidamente en un brazo.

Mal chirrió de sorpresa y el libro cayó.

No obstante, pasado el suceso, no le desconcertaba. Había estado teniendo esos brotes de magia desde que salió de la Isla de los Perdidos al mediodía; la novedad era que fueron cosas como leer su libro y tener la epifanía de realizar conjuros a partir de un dibujo o anonadada verse atravesar el piso con una espada.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora