Con las mochilas bien agarradas sobre la espalda, Ben y Mal habían querido dar un breve paseo por las casas que más les interesaba ver, como la de Cruella de Vil, pero quedaba tan lejos que se arrepintieron de no haber aprovechado que el camino les quedaba cerca del Castillo-al-otro-lado. Preferían pensar que sea como sea ya era de noche y de nada les serviría forzar la cerradura de la puerta a la luz de la luna. Además, tenían pensando preguntarle a Carlos si había alguna manera fácil de entrar. Al fin y al cabo Cruella estaba al frente de la huida.Pero muy pronto les sorprendió ver que se oían muchos ruido de al menos una cinco personas riendo en una casa muy pequeña. La puerta no cerraba bien y las ventanas estaban rotas. Tenía grafitis casi por todos lados. Mal recordó con una risotada que ella era la culpable del estado de las ventanas y las paredes.
Ben en voz alta leyó uno que le llamó la atención:
Mejor ser malos desde la cuna que buenos y principitos de corazón.
—M.—¿Qué? —espetó con una mezcla de inocencia y pena—. Fue hace más de cuatro años —Ben la miraba no muy convencido con las cejas arqueadas y aire de incredulidad—. ¿Acaso no te agrada la combinación que hacen esos dos tipos de personas?
—¿Y a ti te agrada? —preguntó con una sonrisa.
—No se vale, yo te pregunté primero —se quejó con los brazos cruzados—. Pero si te interesa saber, estoy muy, muy enamorada de un principito bueno de corazón.
—¡Qué coincidencia! —exclamó agrandando los ojos más de lo normal y haciendo extraños ademanes con las manos—. Yo precisamente me casaré con una chica que es mala desde la cuna. Tenemos mucho en común, ¿no crees?
Ambos se coquetearon con la mirada y a un segundo que estaban de besarse, se apartaron recordando el estúpido reto que todavía seguía en pie a pesar de lo ocurrido en el CAOL. Sin embargo, después de lo que pasó con el diario, Mal por iniciativa había apretado a su prometido de la mano. Y de cuando en cuando, en el tiempo en que no revisaba su diario como si fuera algo totalmente novedoso, mantenía su mirada en Ben y cuando él la cachó observándolo, ella le mantuvo la mirada con gran firmeza.
Ben y Mal doblaron en una esquina de la calle que Maléfica le había puesto La Perdición. Según Mal recordaba, en ese sitio Maléfica les había avisado a Evie, a Carlos, a Jay y a ella que irían a la Academia Auradon por la proclama de Ben. Mal se echó a reír por sí sola al entrar en sus pensamientos la actitud que tomaron los chicos cuando se rehusaban a ir. De pronto, sintió esa sensación en el estómago, que le daba indicios de que quería que sus amigos estuvieran con ella y reírse juntos por aquellos momentos.
Cuando llegaron hasta el segundo local que había al principio de la calle, unos gritos desde atrás los detuvieron. Y estupefactos, se prepararon para ver un problema.
—¡Hey, hola! —saludó una chica de cabello de profundos colores sombríos. El que más destacaba era el azul. Pero tenía un mechón color rosa que sobresalía de su larga melena. Sus ojos eran color negro noche. Mal recordaba que entre todas las chicas vengativas y malas del lugar, ella era la única oveja rara entre todas—. Cuando me dijeron que estaban aquí, no me lo creía. ¡Oh! Este debe ser un sueño hecho realidad.
—Eh, sí... Hola, Geini —la saludó Mal. No recordaba nunca haber tenido una conversación con ella.
Tal vez en gran parte solo un verdadero valiente se atrevería a hablarle.
—¡Ay! No lo creo —exclamó dando brincos y mirándolos a los dos como si fueran celebridades que siempre hubiera querido conocer—. Tú... digo, usted, reina Mal. Se sabe mi nombre, ¡se sabe mi nombre!
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Mɪ Bᴇʟʟᴀ Dᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇ
FanfictionLa Isla de los Perdidos no es la misma isla que antes y Ben, Jay, Evie y Carlos lo advierten apenas la pisan después de su última travesía con los talismanes de la perdición tres años atrás. Mal se ha ido sin dejar rastro y ahora tienen encima el he...