Capítulo 9. Hay algo raro en la Isla de los Perdidos...

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—Vaya, este lugar es horrible —mencionó Ben—. Qué bueno que los saqué de aquí. En serio.

—Así es, amigo. Tu corazoncito bondadoso sirvió de algo —Ben le hizo mala cara ante el comentario.

—Bueno —interrumpió Evie de pronto—. ¿Nos quedaremos aquí mirando o bajaremos? —preguntó. Un segundo posterior, se oyó un click que mostró que había abierto la puerta.

Cuando Evie, Jay y Carlos arribaron de la limusina, todos sin excepción se quedaron perplejos por la vista. No era por la asquerosidad y miseria de ese lugar, pues prácticamente conocían más de la Isla de los Perdidos que de Auradon, era más bien un sentimiento de pertenencia misteriosa.

Ni siquiera se les pasó por la cabeza olvidar algún día ese lugar. Sea como sea ahí empezó su amistad.

Ben había escuchado historias, descripciones o demás anécdotas de sus amigos cuando vivían en la Isla, pero aquello no se comparaba con lo que veía. Podrían ser villanos, pero ni siquiera podía imaginarse a su Mal viviendo ahí.

A nadie viviendo ahí en realidad.

El paisaje era gris y nublado, a las casas ni siquiera podría considerárseles como tal, era una angustia. Solo eran chozas con tejados de latas. «Muy deprimentes», pensó Ben. Él podía entender por qué sus mejores amigos quedaron enamorados de todo lo que había en Auradon. Claro, a excepción de la libertad que les daba hacer maldades. Algo que en Auradon no era una opción. Ni de cerca.

—Bien, ¿cuál es el plan? —preguntó Doug una vez convencido que era hora de que se encaminaran a su objetivo inicial—. Supongo que tienen uno, ¿verdad?

—Eso es seguro —contestó Evie en un tono crispado. De esa misma forma seca y dura de su mirada, intentó alejar sus ojos de los de su prometido—. Ya teníamos uno antes de que ustedes se nos unieran.

Sin hacer caso al ademán de Doug de querer hablar con ella, Evie lo pasó desapercibido y se desmontó la mochila de su espalda, y se concentró en encontrar dentro lo que probablemente serviría de ayuda para empezar a buscar el lugar exacto donde se suponía estaba Mal. Por sugerencia de los VK's, Ben paró la limusina en la calle del Infierno, que estaba a medio camino entre el CAOL y la entrada, por lo cual, tanteaba que no tendrían que recorrer tanto camino.

Dejó el mapa en el suelo, poniéndose en cuclillas para explicar mejor debido a lo amplio que era. Enseguida todos se pusieron alrededor, en círculo, en la mima posición que ella.

—De acuerdo a la información que obtuvo Carlos, Mal debería estar en esta zona —Señaló en un círculo lo que parecía ser un dibujo de una cueva cerca de un castillo—, muy cerca del lugar donde quedé aislada con mi madre por diez años.

Evie revoloteó los ojos.

—Algo está mal, ¿cierto? —adivinó Ben.

—Sí —respondió Evie casi entre dientes, con una cara preocupada.

—¡Santos perros! —exclamó Carlos—. Nada más nos faltaba esto —refunfuñó.

—He vivido en esa zona casi toda mi vida y no recuerdo una cueva.

—Y no podemos saber desde cuándo está... —Jay se interrumpió y miró a Ben meditando—. ¿Recordaste algo?

El rey deslizó la mirada uno por uno, pero rechazó la pregunta, no muy seguro.

—Se me acaba de ocurrir la peor idea del mundo. Pero puede funcionar —dijo Carlos. Se paró del suelo—. No tenemos de otra que pedirle a algunos de nuestros "amigos" su ayuda.

—¿Estás loco? No lo harán. Te das cuenta que muchos de aquí nos odian. Somos algo así como las personas que en vez de comer de un pan rancio o las sobras de Auradon, nos alimentamos con chocolate caliente y pan que no está podrido —le recordó—. Olvídalo, Carlos.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora