Capítulo 34. Magia

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Un día como hoy hace 6 años, mis ojos se encontraron por primera vez con Descendientes 1 y mi corazón quedó fascinado por la pareja que más me gusta en el mundo. Así que tenía que ser un 16 de agosto cuando publicara el capítulo que esperé ansiosamente meses por escribir. ¡Disfrútenlo! 

Ya se estaba tornando de negro el cielo cuando Mal y Jay lograron arribar a DunBroch.

—Oye.

Mal bajó los párpados.

—¿Qué pasa, Jay? —dijo ella algo cortante, haciendo como que estaba interesada en la empuñadura de su espada.

—Lo encontraremos. Es decir, somos nosotros —exclamó de buen talante—. Los mejores de la Isla, ¿recuerdas?

Ahora sí Mal lo miró, pero Jay deseó que no. Tan dura como una roca, le dijo:

—Ponte la capucha, estamos acercándonos al castillo.

Jay ya no dijo nada y se la puso. Con lo que se topó al retomar el trayecto, fue con un castillo que parecía más una fortaleza que otra cosa, pero igual de impresionante que uno; un castillo tan cerca de las montañas y más aún de un acantilado que parecía sacado de una verdadera tierra de cuentos, en las que hay verdaderas batallas. Jay se preguntó qué tan fascinante podría ser lo que les aguardaba camino adelante.

—¿Estás segura que no está adentro? —dijo Jay, refiriéndose al castillo.

—Hadie halló la manera de mandarnos ese mensaje un día después del día que se lo llevaron. Es obvio que él ha visto a Ben. Ambos están en el mismo lugar —Mal suspiró—. Y ese lugar es el Refugio de los Perdidos.

—Sí, a propósito de eso, ¿desde cuándo confías tanto en los hermanos Hades? Sobre todo en la chica guapa —preguntó. Mal lo miró como si la respuesta fuera lógica. Y lo era, en parte—. Quiero decir —intentó de nuevo—, nos llevó de vuelta a la civilización, pero en la fortaleza por un momento dio la impresión de que te caía tan mal como Maddy.

Creía que Mal le iba a lanzar otra de las miradas que llevaba todo el día dirigiéndole (es decir, encolerizadas como relámpago), pero ella simplemente negó con la cabeza. Al principio, Jay no tenía la certeza de si no quería hablar de si confiaba del todo en Haizea y Hadie o sobre esa breve pero intensa riña con Haizea en la Fortaleza Prohibida. Pero después de ver la mirada sombría que se dibujó en la cara de su amiga, apostó más por la segunda.

Entonces se encontraron de cara al bosque de las leyendas de Mérida. Mal le mantuvo con trabajo la mirada dos segundos a Jay y se internó sin vacilar en el bosque, aferrando con fuerza la caja de Carlos. Era una caja llena de cables de distintos tamaños atravesados entre sí, que si volvía a funcionar, los llevaría a la madriguera de esas alimañas (como a la reina tan cariñosamente le gustaba llamarle) al detectar una energía tan poderosa como la que Mal sospechaba contenía su escondite.

—Y nunca fui por café al Bar Bazofias —refunfuñó Jay.

—¿En serio? —le espetó Mal con molestia.

—¿Qué? A ti te gustaban antes. En la Isla. Ya sabes.

—La Isla —repitió Mal y sus ojos perdieron toda su furia junto con la mención. Ahora habitaba algo extraño en ellos.

Eso llevó a Jay a recordar algo.

—No pasaba nada si Carlos y Evie se enteraban que por ti y por mí Haizea supo que estábamos en la Fortaleza Prohibida, ¿sabes?

Jay lo recordaba perfectamente. Maddy lo envió a traer a Mal de vuelta "al club de los humillados", pero al llegar, ella no dejaba de cerrar los ojos involuntariamente. Trató de mantenerla en pie, pero ella se aferraba a indicarle con la vista el Bar del Inframundo y llevar a cabo un ademán como si midiera algo realmente pequeño. Él no lo comprendió enseguida, sino hasta haber conversado con Evie y Carlos y vislumbrar el muelle.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora