Capítulo 39.2. Los reyes de la Isla de los Perdidos

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Haizea se había ofrecido llevar a todos a sus respectivos reinos con la teletransportación que poseía el talismán de Hades, aspecto que los reyes agradecieron dadas las circunstancias amenazantes en que la tierra de los perdidos se hallaba.

Mientras tanto, la reina flotó con la energía del báculo en lo alto de la Isla de los Perdidos. Trató de localizar una amenaza a la vista. Las aguas estaban relativamente tranquilas, Úrsula no merodeaba por ahí y sentiría si Maléfica estuviese cerca. En cambio, de Facilier no podía estar segura. La magia vudú era muy misteriosa para ella y por lo poco que sabía, experta en disfrazarse.

Volvió a pisar tierra firme. Ben la esperaba donde mismo; como si apenas se hubiera movido desde que fue arriba.

—Ya puedes parpadear, mi rey —carcajeó dulcemente.

Él le guiñó el ojo traviesamente.

Era el turno de Camelot de volver. Mal cerró los puños sobre la base del báculo, tratando de averiguar cómo deshacerlo. Como en el fondo lo presentía, su artilugio se desprendió sin resistencia y automáticamente el bastón se encogió para regresar a su forma original de varita.

—¿Estás bien?

—Era muy parecido al de ella —repuso, aprovechando para ponerse en un bolsillo la piedra esmeralda y no tener la tentación de ver a Ben, aunque sabía que él no la presionaría..., al menos que pensara que no había de otra. Jay se había dado cuenta que algo había cambiado con Maléfica, pero tenía la sensación de qué Ben sabía exactamente qué cosa.

Pero él esta vez tampoco demostró tener la intención de encaminar la conversación hacia allí y ella lo agradeció infinitamente.

—Se la devolveré de su parte, Majestad —accedió Artie con solemnidad, llevándose la varita de Merlín.

En cuanto los isleños, por supuesto que no tenían un lugar al cual ir. El rey y la reina intercambiaron una intensa mirada y fueron hacia ellos.

—No tengan miedo, los llevaremos a un lugar seguro —les aseguró Ben amablemente.

Mal les sonrió.

Los isleños asintieron algo tímidos.

—Por ahora tu también te quedarás con nosotros, Audrey —la ordenó la chica de púrpura con un ademán de desdén. No ocupó agregar nada para que la otra tuviera en mente que la maldición que sufría debía convertirse en la menor de sus preocupaciones.

—El Refugio de los Perdidos al fin tiene punto final. —dijo Ben, refiriéndose a Yzma y a los múltiples secuaces dentro del escondite.

—Y serán llevados a la misma cárcel donde están Maddy y Madam Mim. Ya no serán problema —victoriosa al solo pensar que no tendría que ver pronto las caras de esas salvajes e infames perdidas.

—Tú las venciste —y entrelazó sus dedos con los de ella.

—No yo sola. Freddie, Jay, tú..., Haizea... —desvió la cabeza hacia Audrey. Se quedó un segundo más en ese punto—. Ben, yo sé que tú no quieres que ella esté aquí.

—Tienes razón, no quiero —tajante. Pero luego resopló amargamente y se esforzó por pensar como rey y no solamente como esposo—. Pero entiendo por qué quieres mantenerla cerca. Por la situación en Sleeptown.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora