Capítulo 37. La que se fue para volver

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Dedicado a todos aquellos que realmente les guste mucho el personaje de Uma
y que no esperaban que yo la escribiera alguna vez.

Canción del capítulo
Ya te superé - Pablo Flores Torres. Feat. Hitomi Flor

Tenía el cabello a medio tono morado, pero el relajo de abajo se había detenido cuando volvió a mirar. Después pasó a Uma. Sobre su pecho, la concha marina resplandecía de un color que Mal no supo descifrar. Se preguntó si brillaba del modo que lo haría estando bajo el océano. Fuera cual fuese la verdad, estaba paralizando a todos en el barranco.

Una carcajada surcó el aire.

—Así está mucho mejor —alargando las palabras, seguido de una risa bastante expresiva—. Ese par de locas me irritan.

Mal ni siquiera se atrevió a inspeccionar su cabello; ya libre del encantamiento al que la sometía Uma instantes atrás, no tuvo mayor problema en dirigirle una mirada agria.

—Veo que te siguen gustando las entradas dramáticas —le reclamó.

Mal retrocedió un poco para entrelazar sus dedos con los de Ben, quien seguía con cara de dolor, lo cual probablemente se debía esta vez al estado de su cabello. O eso esperaba.

—Me gusta recibir cómo se debe a los hipócritas —contestó con una sonrisa—. Recordarte primero nuestra bonita historia me pareció buena opción.

—Buen truco mental —le concedió Malcy—. Tu especialidad, supongo.

Uma pintó incredulidad en su cara ante el cumplido.

—A decir verdad, no fue complicado ponerte esos recuerdos en primera fila. Al parecer, la Isla está muy fresca en tu mente —repuso, ávidamente intrigada—. No sé cómo: no leo mentes, más bien manipulo. Pero es curioso.

Mal dio una miradita rápida adónde estaban Mim y los demás, concentrándose en la bruja mayor y el objeto robado de su antiquísimo rival en la mano.

Jay y Ben la imitaron y echaron un vistazo. Por el apretón de este último y el asentimiento de su amigo más atrás, parecieron entender lo que Mal se proponía.

Jay se abalanzó hacia adelante, ejecutando su mejor sonrisa de pendenciero.

—Eh, Uma, tanto tiempo. Al fin te vengaste de Mal, ¿eh? Y tu cabello no está nada feo. ¿Sin rencores?

Ella levantó una ceja y se rió, aunque era de coraje, superando por mucho la mueca agria que Mal le dedicó.

—Mal hizo más que echar a perder mi cabello.

—Sí, claro, también cortaba las cabezas de tus muñecas y blablablá.

La chica se dirigió a Mal.

—¿Qué? ¿Dejaste a los otros dos en la Fortaleza? —preguntó—. No sería raro viniendo de ti dejar a las personas atrás.

Mal intentó mantener la compostura, aunque era difícil cuando no sentía tan alejada la verdad de lo dicho por Uma.

—¿Qué quieres, Uma? Supongo que ni con esa vena competitiva tan tuya podrás mantener mucho tiempo tu hechizo —subrayó—. Y sí, ya lo dijo Jay, te vengaste. Felicidades.

Pero Uma no sonrió. O Mal le había quitado la satisfacción al no hacer tanto alboroto o la venganza a una travesura infantil (un poco maliciosa, eso sí) no le causó la gracia que soñó. Optaba un pillín más por una mezcla de ambas.

La hija de Úrsula se encogió de hombros y cogió con una mano la concha de su madre.

—Mi madre estaba tan contenta con zambullirse de nuevo en el océano que me hizo un pequeño regalito —sonrió osadamente—. Ya sabrás que siendo hijas de quienes somos esto no ocurre seguido.

Mɪ Bᴇʟʟᴀ DᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora