—¿En serio esto era necesario? —preguntó a Evie al salir del baño.—Claro que sí, Mal. ¡Es una fiesta! —respondió animándola con una sonrisa.
Evie había obligado a Mal a volverse a bañar por segunda vez en el día y a ponerse una bata para poderla arreglar. Como en los viejos tiempos. Evie ya se había instalado en el Castillo de las Gangas. Ella y Doug se iban a quedar, pero solo había dos cuartos. Las dos amigas se quedarían en el cuarto de Mal, y Doug y Ben en el cuarto que antes pertenecía a Maléfica.
La hija de la Reina malvada no malgastó el tiempo cuando ya había sacado de su maleta un montón de vestidos distintos, mientras que Mal sacó solo pantalones y blusas —que Evie le había traído—. Los dos estuches de maquillaje los había puesto en un pequeño tocador que Mal tenía —un mueble extra que Geini les había traído—. Y a los chicos los dejaron platicando afuera, en el comedor.
—Ven, Mal, ocupo que te sientes —le señaló la silla que había detrás del tocador.
Se fue a sentar en donde Evie le había indicado.
—No quiero que me maquilles. Me pones demasiado rubor y labial —se quejó cuando Evie ya tenía lista la brocha en la mano.
—Mal, no seas gruñona y aguafiestas —Le empezó a sacudir la brocha por el rostro—. No nieges que te gusta dejar embobado a Ben.
—Solo a veces —puntualizó no muy convincente, con una risita—. Está bien, pero no te pases. Y no se te ocurra hacerle mucho cambio a mi cabello.
Evie torció la nariz y revisó una vez más el cabello de la chica pelimorada. Tomó parte de sus mechones. Más que nada examinó sus puntas abiertas. No quedó muy convencida.
—No prometo nada —dijo con tono de broma.
Pasada media hora, Evie sonrió admirada y orgullosa ante su obra de arte. Le aplicó unas pinceladas más de rubor para acabar y luego retrocedió, ofreciéndole las dos manos a su amiga para que se levantara. Le dio la vuelta al espejo para que ella misma se viera y se puso por detrás de ella, agarrándola por los hombros.
Mal sonrió a su reflejo en el espejo.
—Ahora nada más falta el vestido —musitó Evie. Posteriormente la llevó hasta la cama, donde le había dado elegir entre tres opciones.
—Evie, ¿en serio me estás preguntado cuál? —dijo en un tono de obviedad—. ¡El morado!
—Sabía que elegirías ése —admitió satisfecha—. Es muy especial porque te lo había hecho el año pasado para el Día de la familia y no pude evitar traerlo.
Unas semanas después de que Mal se había ido, Evie ya le había preparado un vestido para el Día de la familia. Había estado tan entusiasmada en dárselo que cuando pasó aquel abandono tan penoso, Evie lo guardó en lo más oscuro de su armario. Por poco hasta decidía quemarlo, pero pasaban los días y por alguna razón no tuvo las fuerzas suficientes para hacerlo. Y por suerte nunca lo hizo.
—¡Ay, Evie, muchas gracias! —Y la abrazó muy agradecida—. Eres mi mejor amiga. Perdóname por no haberte dicho lo que me pasaba.
—No importa ahora, Malcy —le hizo saber, apartándole una lágrima que estaba por salírsele de ojo—. Todo esto es culpa de Audrey y ten por seguro que le daremos su merecido en cuanto...
Unos golpes a la puerta cesaron lo que iba a decir Evie y se soltó de la mano de su amiga para ir a abrir. Pero antes le dijo que fuera al baño para que se vistiera. Después, ya segura de que Mal había cerrado la puerta, jaló de la manija. Era Ben, que intentaba entrar al cuarto.
ESTÁS LEYENDO
Mɪ Bᴇʟʟᴀ Dᴇsᴄᴇɴᴅɪᴇɴᴛᴇ
FanfictionLa Isla de los Perdidos no es la misma isla que antes y Ben, Jay, Evie y Carlos lo advierten apenas la pisan después de su última travesía con los talismanes de la perdición tres años atrás. Mal se ha ido sin dejar rastro y ahora tienen encima el he...