"A muchos, hacia Atenas, su patria fundada por los dioses, traje que habían sido vendidos, unos sin justicia otros justamente (...) A los que aquí mismo en vergonzosa esclavitud estaban, temblorosos ante el semblante de sus dueños, los hice libres"
Aristóteles
La Casa de Lucerna, Atenas
Febrero de 490 a.C.
Lo refinado de aquel lugar sorprendió a Theo e hizo ver a la propia casa de Temístocles como algo ordinario. Acostumbrado como estaba a vivir en una granja, contempló maravillado cada uno de los detalles: desde las alfombras hasta el mobiliario y desde las pinturas murales hasta la decoración: en donde pequeñas columnas de mármol no más altas que una mesa sostenían jarrones decorados de vivos colores y figuras representativas de hombres y animales; otras, mostraban flores bien ordenadas de diversas variedades y notables perfumes.
—Mira eso... —Polínices señaló una de las paredes, haciéndole notar las escenas sexuales representadas en ella.
Theo se paró delante de aquella pintura y la estudió en detalle como si fuera un artista, buscando similitudes con la pintura mural que habían visto en casa de Temístocles. Aunque, claro estaba, evocaban escenas bien diferentes.
—No me esperaba ver todo esto —admitió.
Polínices puso una mano en su espalda y lo acompañó por el interior del salón principal. Guiados por él, caminaron mezclándose entre las personas directo hacia los divanes más alejados del resto y se dejaron caer en ellos.
Polínices observó a Theo y se rio.
—Levanta esa mandíbula, Theo, que está por el piso.
—Porque no viste la tuya...
Polínices se frotó las manos y se acercó a él.
—Escúchame bien. Este sitio nada tiene que ver con lo que puedas encontrarte por las calles de Platea.
—Me di cuenta de eso apenas entramos, genio...
—Entonces préstame atención. Aquí las reglas son diferentes. Las casas de hetairas son otra cosa. ¿Me sigues?
—No mucho.
—Las hetairas son mujeres refinadas; cultas, en su mayoría. Acostumbradas a las charlas y a dominar una amplia variedad de temas. —Theo lo miró y meneó la cabeza con suma lentitud. Polínices chasqueó la lengua impaciente—. Quiero decir, que su fama no radica solo en sus bondades amatorias ¿Soy claro?
—Ya, sí —respondió pensativo.
—¡Bien! Ahora... mira a tu alrededor.
—Hay por lo menos quince hombres en el salón principal, y... el doble de mujeres.
—¡No los cuentes! Las personas que vienen aquí buscan discreción. Si ven aun tonto señalándolos con el dedo tendremos problemas. Cada cual se ocupa de lo suyo y nadie se conoce ¿Entiendes?
—Entiendo, Polínices, no soy tonto —aclaró con cierto fastidio—. Lo que no entiendo es qué demonios hacemos aquí. Esto está fuera de nuestro alcance.
—Tú no preocupes por eso, Theo. Solo encárgate de ordenar un poco de vino.
Y eso hizo. Pasado un rato, y luego de un par de rondas de buen vino, Polínices pegó un respingo y sacudió a Theo tomándolo del brazo.
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Hoplita: La venganza del rey
Historical FictionEn el 490 a.C., el rey Darío I de Persia inicia su venganza contra Eretria y Atenas, las ciudades griegas que apoyaron la revuelta jónica años atrás. Para ello, y con intenciones que van mucho más allá de lo que se cree, decide nombrar general conju...