Capítulo 14: Noche de tormenta

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"Vida sin fiestas es como largo camino sin posadas"

Demócrito



Corinto


El sol se escapó de ellos perseguido por la luna, quien asumió el rol de vigía y se encargó de iluminarles el camino. Estaban cerca de la ciudad de Corinto y a poco trecho de la posada La Tormenta, donde pensaban hospedarse por esa noche y así seguir camino hacia Esparta por la mañana siguiente.

     —¡Allí! —señaló Artemis—. Tiene que ser la posada.

     —¡Por fin! —exclamó Polínices—. No doy más y me muero de hambre...

     Theo lo miró de costado.

     —¿No que eras un estupendo jinete? Mira a Timón. Casi parece que disfrutara el viaje.

     —¡Claro...! Timón viene montando a Janto... —Y le habló a su caballo—. Sin ofender, amigo.

     —Nadie te entiende, Polínices.

     —¡A ti no te entienden!

     —¿Quién no me entiende? —preguntó Theo abriendo los brazos.

     —Nadie.

     —¿Y quién es nadie?

     —Yo soy nadie.

     —Entonces "nadie" no me entiende. ¡Eso quiere decir que todos me entienden!

     —¡Cállate! No sé ni cómo te soporto...

     —Ustedes me hacen reír... —les dijo Artemis.

     —Me reiré a gusto cuando tenga un buen vaso de vino en mis manos —dijo Polínices.

     Algunos metros más adelante, Timón indicó a Temístocles la ubicación de la posada y este asintió con un gesto de la cabeza. Todos la habían visto.

     —Posada La Tormenta... muy apropiado, si consideramos las nubes que se avisan desde la costa —comentó Timón.

     —¿Por qué siempre que pasamos por aquí pasa lo mismo? —preguntó Paltibaal. Temístocles lo miró y se encogió de hombros—. Creo que ya es hora de cambiar de posada.



Afuera había comenzado a llover. Dentro, el ambiente en la posada era lo que Polínices, el más avezado en este tipo de cuestiones, calificaba y aprobaba como un buen lugar para divertirse: espacio amplio, muchas mesas, repleto de gente, jarras de vino y cervezas que iban y venían.

     Theo disfrutaba de su vino mientras observaba disimuladamente a Paltibaal. En palabras de su tío: un hombre reservado y un asesino sin comparación. Reflexionó acerca de Timón y su opinión sobre el fenicio y tuvo una idea.

     —Oye, Polínices, acércate —le susurró apoyando el torso sobre la mesa.

     —¡Cuánto secreto...! —comentó Artemis mirando hacia otro lado.

     Theo se rio.

     —Tú también... ¡escúchenme!

     —Somos todo oídos —dijo Polínices, y bebió un trago.

     Theo bajó la voz y Artemis y Polínices se acercaron a él.

     —Han visto a Paltibaal, ¿no es así?

Hoplita: La venganza del reyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora