"Nunca discutas con un superior, corres el riesgo de tener razón"
Marco Aurelio
Atenas
Abril de 490 a.C.
Drakon se agachó justo a tiempo para esquivar el costoso jarrón etrusco que le arrojó Medelo en un arranque de furia; este lo pasó de largo y fue a estrellarse contra la pared que estaba detrás suyo haciéndose añicos. Volvió a erguirse conteniendo sus deseos de destriparlo.
Se había dignado a presentarse en casa de Medelo algunos días después del fallido golpe a Temístocles y a su grupo, excusándose de su ausencia diciendo que había tenido que viajar a Platea por asuntos personales; lo que al gordo pelado de Medelo le importaba un carajo.
Al llegar a Atenas, Drakon había tenido que lidiar con su propia frustración y arranques de ira: todos los hombres a los que había pagado un dineral para que le llevaran a Artemis habían muerto. Y para empeorar las cosas, Medelo, como buen resentido que era, había guardado cada gramo de su furia esperando el glorioso momento en que su matón personal dejara ver sus horrendas facciones por su preciosa mansión.
Medelo no solo estaba furioso, estaba preocupado. Hasta se había imaginado bailoteando sobre la tumba de Temístocles con una jarra de buen vino en la mano. Pero no. Había confiado en el criterio de un hombre tan feo como incompetente y había dejado que eligiera al grupo de asesinos para eliminar a una puta y a un ricachón él mismo.
Y todo se había ido al demonio en una sola noche.
Medelo no quería ni imaginarse qué pasaría con él si alguno de esos inútiles hubiera sido interrogado y cantado como un gallo en las mañanas, lo que lo hacía perseguirse temiendo una posible reacción de Temístocles. Pero por sobre todo, temiendo que le enviara a ese esclavo canoso que siempre estaba detrás suyo limpiándole el culo después de cagar.
—¡La culpa es solo mía! —se quejó Medelo—. ¡Esto me pasa por dejar a un inútil como tú al frente de una operación tan importante como esta! —La cara de estúpido que veía en Drakon mientras soltaba sus insultos lo sacaban más de quicio que ninguna otra cosa—. ¿Y cuánto me ha costado? ¿Eh? ¡Una fortuna! Sin dudas.
—No le ha costado nada, señor... —se defendió Drakon.
—¿Cómo que no? ¿Crees que esa gente aceptó el trabajo por que les gustaba tu cara? ¿O la mía? De seguro no fue por la tuya, eso te lo garantizo.
—Es que usted les prometió que les pagaría en cuando le confirmaran que Temístocles estaba muerto y le trajeran la cabeza de la zorra esa... Artemis.
—¿Ah, sí? ¿Eso dije?
—Eso dijo... eso arregló con Erlak cuando vino aquí conmigo para hablar sobre el trabajo.
—¿Y ese Erlak lo aceptó?
—Sí, ellos lo aceptaron. Bueno, su líder lo aceptó en nombre de ellos... —respondió Drakon—. La paga era muy buena y el trabajo les resultaba demasiado sencillo. No tuvieron objeción.
—¡Pues entonces peor! ¡Quiere decir que son tan imbéciles que ni siquiera fueron capaces de negociar una parte por adelantado y la otra con el trabajo terminado! Tenían que ser recomendados por ti... "Demasiado sencillo" ¡Cómo no! ¡Con razón salió todo para la mierda!
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Hoplita: La venganza del rey
Historical FictionEn el 490 a.C., el rey Darío I de Persia inicia su venganza contra Eretria y Atenas, las ciudades griegas que apoyaron la revuelta jónica años atrás. Para ello, y con intenciones que van mucho más allá de lo que se cree, decide nombrar general conju...