"Llegará un momento en que creas que todo ha terminado. Ese será el comienzo"
Epicuro
Eretria
Artemis seguía sin poder pegar un ojo. Hacía horas que miraba un punto fijo en el techo desde la comodidad de su cama. No poder dormir la ponía de mal humor. Había perdido la noción del tiempo divagando en cientos de pensamientos de toda índole que no la dejaban enfocarse en el descanso. Pensaba en el relato que había dado Timón del encuentro a muerte que había tenido con ese guerrero persa. Combate a muerte que no lo fue y guerrero persa que tampoco. Sentía celos. Timón no dejaba de hablar de aquella mujer y la sola mención de su nombre la molestaba. Deseaba algún día poder pelear de esa manera. Su velocidad, su fuerza... Temístocles había intentado matarla hacía algunos meses y no lo había conseguido. Ahora entendía el porqué.
Se preguntaba qué hubiera pasado si la caballería enemiga no hubiera interrumpido el combate. Estaba segura de que Timón habría vencido y habría vuelto a entrar a la ciudad entre los vítores de miles de griegos, pero de todas formas, le hubiera gustado verlo. Tal vez no por el hecho de verla derrotada, le hubiera gustado "seguir" viéndolos luchar. Era un combate digno de los cantos de Homero; de los que se escriben en las historias. Pero todo se había frustrado debido a la caballería persa. "No fue obra de ella", había dicho el general, y parecía convencido. Artemis también lo creía y eso era lo que más le molestaba. Artemisia... odiaba los parecidos que encontraba con ella. Odiaba los parecidos que tal vez Timón hubiera encontrado en ella. Artemisia era una versión mejorada de sí misma. Sentía celos. Pero en definitiva, lo que comentaba Timón era cierto. No tenía ningún sentido planear un combate así para luego enviar por sorpresa a cincuenta jinetes para matarlo cuando en realidad ya estaba rodeado por veinte mil infantes. Algo había pasado entre la línea del mando persa que ellos desconocían y que tampoco lograban imaginar.
De todas maneras, dejando aquello de lado, nada socavaba el entusiasmo que le había generado ver a esa mujer luchar como lo había hecho, rodeada de un ejército que la apoyaba y contra un enemigo de temer como era el plateo. Cerró sus ojos y fantaseó dejando a su mente volar con un escenario donde era ella quien caminaba hacia Artemisia con la ciudad de Eretria a sus espaldas y en medio del ejército enemigo. Veinte mil hombres que bajo su mirada hostil golpeaban al mismo tiempo sus escudos, esperando el momento en que comenzara el enfrentamiento entre dos de las mejores guerreras que el mundo conocía. Pero incluso en su propia fantasía le costaba encontrar una manera de vencer a Artemisia. Y el regalo que se había traído Temístocles en la espalda desde Halicarnaso y las heridas de Timón eran prueba de ello.
Tuvo una súbita sensación de entusiasmo por volver a entrenar a la mañana siguiente apenas saliera el sol. Quería seguir aprendiendo, tenía que mejorar.
—Al demonio... —dijo.
Artemis se levantó de su cama y comenzó a vestirse con el equipo de hoplita. Podía irse sin molestar a nadie hasta el patio donde estaba la estatua de Aquiles y practicar sus movimientos hasta el cansancio, lo que la ayudaría a bajar la ansiedad y a conciliar el sueño más tarde. Se enfundó las dos espadas en su cinturón y salió de la habitación con el casco debajo del brazo. Caminó sin hacer ruido por el pasillo y se detuvo junto a la habitación de Timón, pegando la oreja a la puerta. No escuchó nada. Siguió caminando hasta una esquina y se desvió hasta la habitación donde descansaba Polínices para comprobar que todo estuviera bien. La puerta estaba entornada y apoyó su mano en ella para empujarla suavemente. Polínices seguía recostado con la pierna vendada y con Theo sentado a su lado apoyando la cabeza sobre sus brazos cruzados, que a su vez descansaban en la cama de su amigo. Dormía. A Artemis no le sorprendió encontrar a Theo velando por la recuperación de su mejor amigo y pensó en cómo se sentiría tener un mejor amigo o un hermano.
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Hoplita: La venganza del rey
Historical FictionEn el 490 a.C., el rey Darío I de Persia inicia su venganza contra Eretria y Atenas, las ciudades griegas que apoyaron la revuelta jónica años atrás. Para ello, y con intenciones que van mucho más allá de lo que se cree, decide nombrar general conju...