"Un hombre que ha pasado por experiencias amargas y ha viajado lejos,
disfruta incluso de sus sufrimientos después de un tiempo"
Homero
Eretria
Artemis estalló. Las facciones de su rostro se deformaron adquiriendo una expresión infernal. Apretó los dientes y presionó los mangos de sus espadas, aferrándolos en sus manos con tal fuerza que estos bien pudieron haberse partido con su agarre. Largó un grito salvaje que le brotó de su interior explotando desde su pecho y corrió hacia los persas.
Uno de ellos tuvo la idea de buscar su arma, que había dejado apoyada junto al cuerpo de la mujer, seguro de que ella ni se movería ni intentaría nada. Artemis lo embistió contra la pared. Él la miró con ojos vacíos y se dejó caer al suelo con el xiphos de Artemis enterrado hasta el mango de su estómago. Un súbito recuerdo de Theo salvándola de una situación similar en lo que parecía ser una eternidad en el pasado, cruzó su mente y se dio cuenta de que nunca le había dado las gracias.
Artemis se agachó por puro instinto poniéndose en cuclillas. La estocada que buscaba perforarle las costillas chocó contra su casco sacando chispas y se desvió hacia un costado. Ella se dio vuelta con velocidad y con el xiphos de su mano izquierda cortó la pantorrilla de su atacante. El hombre cayó de costado y ella se le tiró encima. Por algún motivo que no hubiera podido explicar, no quería matarlo. No de una manera rápida. Forcejearon con dureza, cada uno luchando por su vida, rodando hacia un lado y a otro. Artemis escupía saliva por la boca y arrugaba la nariz. Con una maniobra tiempo atrás aprendida y muy practicada, Artemis se las arregló para ubicar su cuerpo detrás de su oponente. Soltó su espada y cruzó el brazo derecho por delante del persa, apretándole el cuello. Colocó su mano izquierda en la nuca del hombre y con la mano derecha se agarró el antebrazo izquierdo. Terminó de armar su llave y apretó con toda la fuerza de su cuerpo concentrada en sus brazos sobre la nuez de su presa. Agarró con sus vigorosas piernas al persa para inmovilizarlo y siguió apretando hasta que escuchó un sonido extraño que salió de su cuello. El cuerpo del hombre perdió tensión y se relajó por completo.
"Te voy a decir un pequeño secreto. Esa llave... es mucho más efectiva en hombres que en mujeres", le había dicho la reina Gorgo. Y le había guiñado un ojo.
Artemis empujó hacia un costado el cuerpo sin vida de aquel hombre como si su mero contacto la quemara.
—Lilah... ¡Lilah! —llamó.
Lilah no se movió. Artemis se arrastró hasta ella y comprobó que todavía respiraba. Miró hacia donde estaba Ivy, tendida boca abajo y empapada en un charco de su propia sangre. Oyó su corazón latir con fuerza dentro de su pecho y creyó que rompería en llanto allí mismo, dominada por el dolor. Pero por el contrario, recuperó sus espadas y volvió a centrarse en Lilah. La sacudió llamándola a gritos hasta que la mujer reparó en ella y la miró.
—Ivy... —musitó.
Fue la primera vez en su vida que Artemis no supo qué decir. No existía palabra alguna. Nada. Nada que pudiera haber dicho que hubiera evitado lo que ocurrió a continuación. Lilah giró su cuerpo y rodó en el suelo para ponerse boca abajo y levantarse. Miró alrededor buscando a su hija. No pudo verla, presa de la conmoción. Artemis quería señalarle el lugar donde yacía ella, para ayudarla a enfrentar la realidad, más no tuvo la templanza para hacerlo. Como si el cuerpo de la niña hubiera aparecido por obra de los dioses delante suyo, Lilah giró su cabeza en la dirección correcta y la encontró. Dio unos pasos hacia ella y su pie resbaló con la sangre en el suelo, haciéndola caer de costado junto al cuerpo sin vida de Ivy. Lilah se acomodó de rodillas a su lado y pasó un brazo por debajo de su cabeza y otro por debajo de sus piernas. Se puso de pie sin esquivar la sangre del piso y salió a la calle cargando con el cuerpo en sus brazos. Artemis no pudo detenerla. No supo cómo.
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Hoplita: La venganza del rey
Historical FictionEn el 490 a.C., el rey Darío I de Persia inicia su venganza contra Eretria y Atenas, las ciudades griegas que apoyaron la revuelta jónica años atrás. Para ello, y con intenciones que van mucho más allá de lo que se cree, decide nombrar general conju...