🐺CAPÍTULO CUARENTA Y TRES🐺

190 46 15
                                    

Deposito como una pieza fina de porcelana a mi amado Omega sobre el lecho de nuestra habitación, luego de una ronda intensa de sexo descontrolado en el asiento posterior del automóvil del padrino de mi peque protector.

El inminente comienzo de su primer ola de calor nos sorprendió en la clínica. Y por supuesto, que sellamos como con cuatro rondas más nuestro fervor desde el arrebato sexual del baño antes de arribar al calor de nuestro hogar. Ahora que he dejado a mi amado recostado y descansando (o eso espero) mi piernas punzan en creciente dolor.

Jin, se encuentra en la cocina sacando un par de viandas que están congeladas e investigando si tenemos suficiente alimento en la alacena para transitar el celo. La última vez, casi morimos de inanición y luego costó retomar el ritmo del día a día por tremenda situación de hambruna, dejándonos agotados por varios días y bastantes deshidratados.

Me acerco a la cocina con cautela para buscar la medicación para el dolor de mi cuerpo y percibo, como si fueran rayos que me traspasan de lado a lado, la intensa mirada de Jin sobre mi nuca.

—Te voy a preparar la ropa de los peques —desembucho a lo que toma de inmediato mi brazo y me pide que descanse, que me siente, que ya he ejercitado demasiado y que guarde energía para después porque la necesitaré.

Y de solo imaginarme lo que me espera, ya estoy completamente agotado. Pequeños destellos en sus ojos, delatan al animal que lucha por asomar y tomar el mando de su cuerpo. Y yo, solo espero que mi lobo se comporte y no se le ocurra concordar el ciclo de calor porque me quedo sin piernas para rehabilitar luego.

—Deja de pensar tanto lobito y mejor descansa. Ya tengo todo lo que necesito ¿Precisas algo? —cuestiona Jin pasando por mi lado.

—¿Un par de piernas de repuesto? —le sugiero.

—Lo lamento, en la entrada deje tus muletas y tienes la silla de ruedas al costado, yo que tú me hago el enfermo y ves si se apiada de ti tu calenturiento Omega —risueño comenta —. Solo te pido que te cuides porque es muy pronto para traer hermanos —finaliza.

_¡Son milagros Jin! ¿Qué posibilidades hay de que otro nos suceda?

—¿Te digo la verdad o te miento? No creo que mi valiente pueda retenerlo, pero escuchando lo que escuche estos últimos minutos, yo me aseguraría mejor con un preservativo.

—Viene como bravo ¿no? —comento dejando mi vista extraviada en algún rincón de la cocina.

—Te acompaño en sentimiento, lobito —finaliza Jin palmeando mi espalda —. Cualquier cosa ando mañana y veo si no estás medio muerto.

—¡Ya cállate y vete! Que dentro de un rato me transformo y te muerdo, por rompe huevos —le suelto mientras él se retira a las risotadas —¡Jin! Dales un beso a mis peques y que te sea leve con la prole que se te junta con tu beba... Y por supuesto, dale muchos besos de parte nuestra.

—Lo tengo a tu amigo entre pañales y leche así que está todo milimétricamente controlado, mientras mi ahijado siga encantando a la bebé, estaremos más que bien.

Sonrió de recordar lo posesivo de mi hijo con la peque de nuestros amigos a medida que Jin se retira. En una de esas, la Madre Luna tiró los hilos del destino en ese par de inocentes lobitos y terminamos siendo compadres el día de mañana.

Al cabo de unos minutos, un ronroneo más parecido a un quejido llama mi atención de inmediato. Una especie de gimoteo elevado por momentos y por otros, apenas un sonido audible que pasa desapercibido para el oído humano.

Primero, antes que todo, abro la gaveta y me trago dos pastillas de una, más vale que me agarre dopado que con dolor acrecentado en las piernas.

Y entonces, rememoro los últimos celos e irónico me sonrío para mis adentros ¿Será cosa del destino que esté para atrás mi pobre Omega o yo hecho mierda en cada celo? "Más oportunos imposible" se jacta mi consciencia.

♡ "𝑫𝒆𝒗𝒐𝒕𝒐 𝒂 𝒕í" ♡Donde viven las historias. Descúbrelo ahora