🐺CAPÍTULO CUARENTA Y CINCO🐺

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¡Con un demonio! Intento controlar mi creciente estado de excitación para no ceder ante sus menesteres pero me resulta prácticamente imposible...

Lo que menos quiero es que se enferme por no comer, pero el condenado está como las mismísimas brasas del infierno. Ardiendo sobre mi inquieta pelvis y aunque quiera controlarme, mi animal reflota sus instintos por cada poro de su dermis comunicándose con su enlazado y haciendo que se desespere a tal punto, que hace que plenamente se irrite para que tire todo a la mierda y me entregue a su entera necesidad.

Pero con cierto criterio de ser el más consciente, debo velar por su bienestar aunque sienta que pierdo la partida segundo a segundo, ya que sus malditas feromonas me inundan por completo haciéndome perder toda estabilidad.

¡Y como si fuera increíble! Se haya comiendo de mi fuente pero de una obscena manera que taladra todo índice de responsabilidad dejándome expuesto a que haga lo que quiera con cada fibra de mi ser.

Y trato con todas mis fuerzas, controlar las ganas de desgarrar la maldita remera mía que trae puesta sobre esas exuberantes curvas que me incitan a pecar... Pero con cada segundo que sucede, presiento como mis intensas feromonas se incrementan de tal manera que me nublan la razón y eso, no es un augurio bueno dada la situación.

—A-Alfa... duele...

¡Y maldita sea! Con su semblante enrojecido se señala su dura erección mientras jadea cada que su mano la roza, provocando a mi vivaz  excitación. Y me toma escasos dos segundos tirar todo por la borda y aferrarme a sus inflamados labios de tanto morderse.

Su sabor... Su exquisito sabor que me perpetua la mente socavando en lo profundo y extrayendo cada vestigio de ardorosa pasión que resurge por mis venas, me convierte en un demente.

Un enfermo encarecido de sus besos que simulan sanación. Y digo simulan, porque cuando dejo de poseerlo mi carencia se incrementa doblegando a mi escaso control. Y me convierto en mi parte animal que no me deja pensar con claridad ya que sólo me muestra flashes de lo que se siente estar profanando impetuoso su cavidad mientras gime descontrolado que ni se me ocurra parar y que le dé con más fuerza.

Mis manos se afirman sobre sus glúteos marcando una indecoroza danza sobre mi espabilada entre pierna, que con efímeras elevaciones de cadera simulan envistes perfectos para jadear en conjunto por la bendita deidad del roce... Toques ardorosos que calientan cada centímetro de nuestras pieles haciéndonos explotar en jadeos en las profundidades de las fauces del otro.

Su excelsa lubricación traza caminos a los lados de mis piernas y llevando mi mano a su posterior, corro la ropa interior jugueteando con mis dedos mientras nuestras lenguas se enredan en desaforada pasión. Y es tal el ardor que nos compete en este momento, que mi excitante Omega se auto penetra con fervor contra mis dedos mientras me regala el dulce sonido de su sofoco.

Lo siguiente que atino es a rasgar su remera, para morderlo y marcarlo por completo con chupones que adornen su blanquecino pecho mientras degusto cada rincón de su piel a mi merced.

Él, se retuerce por completo ante mi descarado toque y logro que cabalgue con firmeza tres de mis dedos... Dedos que se pierden en las profundidades de su cuerpo con demasiada facilidad.

—A-Alfa... —entre susurros gimes, perdido en tu menester mientras inclinas tu cabeza hacia atrás dejando tu receptivo cuello expuesto a mi merced.

—¡Maldición Omega! A este ritmo me vas a matar antes de que me venga... —le digo jalando sus caderas más cerca y profundizando el beso nuevamente. Él, se apresura con sus trémulos dedos, durante nuestro adictivo besuqueo, al asome de mi engrosado miembro cubierto de viscosidad que late impaciente por su toque.

De esa manera, sus pequeñas y laboriosas manos se esfuerzan por mantener a pleno mi pétreo mástil mientras separo con ambas manos los cachetes de su culo y procedo a levantarlo desde mis muslos para luego bajarlo sobre mi duro falo con la intensa necesidad de explotar en su interior.

Los siguientes minutos son un desorden de gemidos y jadeos mientras sus manos se aferran a mi cuero cabelludo exigiendo por que le dé más duro, en tanto su destellante mirada refleja que poco y nada queda de su íntegra consciencia y que dentro de un escaso tiempo tendré al mimado más sexoso del planeta entre mis brazos.

En un momento, mis muslos empiezan a sentirse de piedra y un sordo dolor se me mezcla con las estelas de placer a nuestro alrededor. Y ante la abarrotada posición de mis muslos en la tremenda montada erótica de mi Omega, decido cambiar de posición, porque si no me muevo rápido temo acalambrar en el mejor de los casos o desgarrar en el peor.

Así que tomándolo con fuerza lo doy vuelta sobre su espalda sobre el colchón, sin salirme de su cálido interior mientras me observa con sus perfectos y brillantes ojos color del cielo.

—¡Hola pequeñín! Mi bello y amado Omega... —le dedico las palabras más bonitas mirándolo directo a sus ojos mientras conforma pucheros en su enrojecido rostro.

—A-Alfa... m-mío... —suelta repentino entre medio del acomodo de mi cuerpo sobre el suyo mientras me jala para sus adentros.

—Sí cariño, todo tuyo...

Me acerco a sus temblorosos labios y consumo cada gota de su oxígeno hasta que solo se aparta para jadear en busca de más.

Y entonces, prosigo con su níveo cuello que me llama como poseso al designio de marcar, lamiendo y succionando cada centímetro de plenitud de esa sensible piel que se estremece ante mis besos mientras firme me mantengo en lo profundo de su ser y él, se menea como un exótico bailarín sobre mi acalorado eje.

Solo un par de minutos más bastaron para derrocar mis barreras y llenar lo profundo de su ser, sintiendo el nudo proceder y escuchando los gritos del esplendoroso orgasmo de mi Omega mientras me aferro a la tirantez de su piel y entierro hondo mis colmillos sin piedad.

La corporeidad de mi enlazado se retuerce inquietamente bajo mi cuerpo. Entonces, me elevo despacio para observar su reacción mientras relamo mis labios.

Él, se ha quedado profundamente dormido...

Así que luego de varias lamidas a su herida y embeberme del elixir de su sensible piel, disfruto del momento. Porque nada se compara a la bendita necesidad de renovar la marca que late profusa entre ambos, fortaleciendo el enlace que nos une de por vida y por el cual nos elegimos día a día.

Y aunque en estos momentos los vestigios del remanente de la consciencia de mi compañero de vivezas se encuentren dormidos (ante el asome de su lado animal) sé que al despertar, se tocará la reciente mordida mirándose añorado frente al espejo.

Y eso para mí, es sinónimo de felicidad absoluta...















































Haww que bonito es el amor luego de un buen polvo😏😂

Gracias por leer, comentar y votar😍

Los amito mucho❤

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