Lilith se desplazaba a paso ancho por los pasillos de la CIA, mientras Harrison junto a otro par de hombres caminaban a sus espaldas a un ritmo similar.
Posterior a estar toda la noche a las afuera de su casa, la habían escoltado hasta la agencia montados en una enorme camioneta blindada, siguiéndola en cada vuelta del camino. Sin embargo, aquello pareció no ser suficiente, ya que caminaban sobre cada paso que ella daba a través del pasillo, lo cual de verdad la exasperaba.
Se detuvo un momento al llegar hasta la puerta de su oficina, tratando de buscar la pasividad suficiente para no explotar frente a la situación, pero como era usual, Lilith falló en su intento por controlar la ira que la embargaba.
—¡Ya es suficiente! —gritó girándose hacia ellos—. Entiendo que deban vigilarme, pero no tienen que olvidar que soy una agente de un rango mucho más alto que el suyo, ¡así que no quiero que me sigan como si fuera una maldita criminal, por la puta madre!
—Eres una criminal. —puntualizó Harrison mirándola con una sonrisa socarrona.
—No estoy en la cárcel, no tengo grilletes y mi puto expediente, a pesar de lo mucho que te duela, está intacto, sin ninguna maldita orden de arresto pendiente.
—Pórtate bien, Lilith, no seas malcriada... —habló él enseñándole su arma—. Recuerda para qué estoy aquí...
—¿Cómo olvidarlo?, me metes a prisión o me asesinas... —dijo ella tomando la manija de la puerta—. Deberías ponerlo en tu curriculum, es una buena referencia... ¿Cuál de las dos es tu favorita, por cierto?
—Ambas son tentadoras, pero tengo que admitir que cerrar tu puta boca por siempre lo es más que encarcelarte... —respondió él sonriendo de manera engreída—. No soy el único que desea poner una bala en tu cerebro, eres una maldita puta ruidosa...
Lilith soltó la manija de la puerta, empuñando su mano izquierda para golpearlo de lleno en la nariz, su sitio favorito, al parecer. No obstante, antes de llegar a colisionar su puño contra el rostro del Harrison, escuchó la puerta de su oficina abriéndose y una voz masculina pronunciando su nombre con apuro.
—¡Lilith, no! —vociferó Tom—. No vale la pena...
La agente observó al inglés por un segundo, para volver a mirar a Harrison y bajar su puño con frustración.
—Tienes razón. —habló la mujer—. ¿Movamos tu cita para otro día?
—¿Cita? —preguntó Harrison extrañado.
—Sí, para terminar la rinoplastia, la nariz te quedó algo desviada en el último encuentro, necesitas unos retoques. —terminó por decir antes de entrar a la oficina y cerrar de un portazo.
La pelinegra soltó todo el aire que tenía en sus pulmones mientras cerraba los ojos con fuerza.
—Juega con tu paciencia... —habló Tom observándola—. No debes hacerle caso, él quiere que cometas un error, eso es todo lo que busca al hacerte enojar...
—Lo sé, pero es realmente irritante. No sé cuánto pueda soportar antes de darle una paliza. —respondió ella abriendo los ojos para mirarlo.
—Debes aguantar lo más posible, sabes que nos vigilan desde cerca... —dijo él caminando hasta el escritorio y tomando su bolso de cuero café—. Nomax acaba de salir, dijo que iba por unos papeles, pero llegó temprano para observarnos trabajar...
Lilith guardó silencio mientras observaba cómo Tom encendía una computadora que parecía ser nueva.
—Oh, casi lo olvido... —dijo el inglés tomando dos cajas, una pequeña y otra grande, para entregárselas a la agente—. Nos dieron nuevas computadoras y relojes inteligentes.

ESTÁS LEYENDO
La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...