La magnífica arquitectura de estilo gótico de la Abadía de Westminster se erguía de forma poderosa aquella madrugada, y su fachada norte, la más llamativa de sus caras, se encontraba iluminada con fuerza, dando la sensación de que la infraestructura escapaba del paisaje nocturno, superponiéndose sobre el cielo estrellado que Londres ofrecía a esa hora.
—No cruces la calle. —ordenó Lilith mientras generaba comandos en su reloj de forma histriónica—. No todavía.
El inglés le dio una mirada de extrañez, pero solo se limitó a obedecer.
—¿Cómo vamos a entrar?, está cerrado y las vallas son altas... —susurró Tom de repente.
—Usa esto. —dijo dándole unos aparentes lentes de sol.
—¿Para qué? —inquirió él frunciendo el ceño, mientras bamboleaba su mirada entre ella y los anteojos.
—Para convertirte en un jodido búho. —respondió ella—. REVIL, activa Protocolo Edad Media.
Al apenas pronunciar aquello, las luces de todo el lugar se apagaron de forma automática, y en medio de la oscuridad se escucharon los frenazos presurosos de un par de automóviles.
—¿Qué diablos hiciste? —inquirió Tom mirando hacia todos lados, pero sin percibir nada.
—Ponte los malditos lentes y sígueme. —escuchó la voz de Lilith alejándose—. El virus con el que infecté las computadoras de British Gas no es eterno.
Tom se ajustó los anteojos de forma inmediata, para descubrir con asombro que el mundo se veía a todo color a través de los cristales de aquellas gafas, como si fuesen las diez de la mañana y la ciudad disfrutara de un día perfectamente soleado.
—¡Apúrate! —exclamó la mujer.
El economista salió de su trance tras escucharla, para llegar trotando hasta ella.
—¿Cómo piensas...?
El británico detuvo su cuestionamiento cuando la vio escalar la valla con la facilidad que solo una ardilla podría tener.
La mujer cayó de pie justo del otro lado de la cerca de hierro, mientras miraba a Tom a través de sus anteojos de super-visión nocturna.
—¿Qué demonios estás esperando?, ¡ven aquí! —demandó la mujer.
Él hizo caso, y aunque demoró en cruzar la valla, escalando esta de forma bastante torpe, lo logró, al fin y al cabo.
El inglés y la estadounidense comenzaron a andar de forma silenciosa por el lugar. Tom solo se limitó a seguirla, mientras sostenía de forma tímida aquella arma que ella le había dado.
—¡Hey!, ¿quién anda ahí? —escucharon gritar.
A unos metros vieron a un sujeto que caminaba apresurado hacia ellos con una linterna en la mano.
Lilith jaló de Tom para esconderlo detrás de ella en un pequeño relieve de la estructura de la abadía.
—Lilith... —susurró él.
Ella puso un dedo sobre sus labios para que no hiciera ruido.
—Muéstrate, bandido... —dijo el hombre.
Cuando el sujeto pasó junto a ellos pareció seguir de largo, pero se devolvió de inmediato, lanzando un puñetazo directo al rostro de Lilith.
La mujer logró esquivar el golpe, para asestar un fuerte puñetazo en la cara del hombre. El guardia quedó desconcertado por un segundo al notar que se trataba de una mujer, pero sin importarle aquello, volvió a arremeter contra ella rápidamente. Ante la represalia, Lilith sacó un pequeño aparato similar a una lapicera, el cual clavó en la frente del hombre, haciéndolo desplomarse de forma instantánea contra el piso.

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La Orden Doce
FanfictionTom Hiddleston, un economista brillante, introvertido pero encantador, es requerido por la CIA para un caso muy importante. Hiddleston es designado como compañero de Lilith Kemp, una agente antisistema y con serios problemas contra la autoridad. Al...